Foto: Liam Frost
Por Ruth Capriles
Oh brave new world, that has such people in’t!
William Shakespeare
SUMARIO
Este ensayo se propone revisar la apreciación actual sobre la pandemia-cuarentena en relación a la expansión de los mecanismos de control estatal para estimar la posibilidad de acciones ciudadanas utilizando la tecnología blockchain, estimando sus riesgos y sus ventajas.
INTRODUCCIÓN
Lo que sigue tiene que ver con la forma política de la democracia en el mundo futuro pospandemia. Es posible que no esté en el mediato futuro de Venezuela. No lo sé. Me es imposible ver el bosque estando dentro del mismo. Si uno escucha algunas predicciones de expertos en estrategias globales (i.e. Zeiham, 2020), Venezuela no tiene futuro, así que tocará a la fantasía mágico religiosa demostrar su equivocación.
En general las perspectivas avizoradas por los expertos globales para todas las regiones del globo son alarmantes y muchas apocalípticas. La prospectiva, quizá por necesidad de la perspectiva a distancia, suele ver las tendencias de grandes variables como dominantes y exclusivas de la posible interferencia de variables que no han incluido en su comprensión. Meten grandes variables demográficas, financieras, comerciales, políticas; incluso a quienes los leemos o escuchamos, en el saco de la más absoluta incertidumbre cognoscitiva.
En la esfera política que aquí me ocupa, la prospectiva indica un crecimiento desmedido del poder de los Estados, la llegada del Big Brother Orwelliano. Solo llega con 60 años de retraso, multiplicado como en perverso juego de espejos por cuanto autócrata decida transitar alguna de las conocidas desviaciones de la democracia. Se espera, sí, el brote incontenible del populismo, nacionalismo, autoritarismo, mesianismo, imperialismo, etcétera. En un largo etcétera, supongo.
Mi propósito es considerar esas proposiciones, que ciertamente describen tendencias observables, y estimarlas en función de lo que pueden hacer los súbditos de esos Estados ante tales fórmulas de gobierno autoritarias y totalitarias. (1)
¿Qué haremos nosotros frente a tales situaciones esperadas de control social? La respuesta es bastante evidente: los ciudadanos del mundo también navegan en esas tendencias tecnológicas, pueden usarlas para su propia protección; mejor aún, pueden usarlas para controlar a su vez a los gobiernos.
La llamada e-democracy, democracia digital, o democracia líquida, descripción apropiada y dominante en blogs y plataformas de usuarios de la tecnología blockchain, es una oportunidad real de acción ciudadana; hecha posible por esa tecnología que modificará, cuanto menos, el modus operandi de la política. Luego seguirá la modificación de la forma política de la democracia.
El uso de la tecnología en política requiere que la teoría política le abra los espacios de reforma institucional para que pueda funcionar efectivamente. Revisaremos brevemente algunos aportes teóricos que han sido agrupados bajo la etiqueta “democracia deliberativa” que puede confluir con la democracia líquida pues le ofrece marco teórico y un camino factible de aplicación y, por ende, la justificación para un rediseño normativo de la forma democrática.
EMERGENCIA Y CONTROL
El mundo será diferente después de la pandemia, pero no amaneceremos en un nuevo mundo. Las pandemias como las guerras no cambian el mundo; lo que hacen es apresurar la incorporación de las innovaciones producidas antes de esas rupturas.
El tiempo de innovación científica y tecnológica en estos últimos treinta años ha sido vertiginoso y de efectos intensivos y extensivos inconmensurables. Esta revolución científica no ha sido como las del pasado. No ha sido un invento que poco a poco penetra y cambia la sociedad, sino innumerables innovaciones en múltiples disciplinas afectando diversas dimensiones sociales, globales, re-generando nuevas innovaciones. La ciencia de hoy parece una máquina de producir revoluciones científicas.
Aunque la sociedad ha ido incorporando y adaptando las nuevas tecnologías, y ya muestra nuevos comportamientos y prácticas sociales derivados, la sincronización de las instituciones y estructuras sociales a esos cambios no se da al mismo paso ni armónicamente. La pandemia y la cuarentena son eventos que acelerarán la incorporación de los cambios producidos a nuevas formas sociales pero estas se irán moldeando según las acciones de los seres humanos, en adaptación, resistencia y muchas veces en conflicto con el cambio.
Innumerables voceros de las ciencias y las humanidades, a través de portales, medios de comunicación, redes sociales, expresan visiones apocalípticas para el próximo futuro de Occidente y el mundo que conocemos. Fin de los viajes, de la movilidad, del contacto físico con otros seres humanos, de la libertad individual y la privacidad, de la economía privada y de Occidente mismo.
Las expectativas de recesión económica global (Informe FMI, abril 2020) y el protagonismo de los Estados en la recuperación solo auguran la llegada del temido Big Brother de Orwell, ahora con ojos sesgados.
El crecimiento del poder y capacidad de control de los Estados hasta niveles autoritarios, el resurgimiento de nacionalismos, populismos, mesianismos; y por supuesto, el paso a otra era de la historia humana signada por la hegemonía de Asia sobre el resto del mundo constituyen los elementos avizorados por los expertos del nuevo mundo.
Si hay un efecto esperado de los efectos de la dupla ‘pandemia-cuarentena’ es el control del Estado sobre las personas. Se ha puesto en alto relieve cómo las nuevas tecnologías, que antes usábamos, o así suponíamos, para nuestro desarrollo personal, son instrumentos de un experimento global de control de masas. No es que no lo supiéramos antes; conocíamos las capacidades de control del comportamiento humano a través de las nuevas tecnologías; sentíamos que tanto gobiernos como empresas estaban adquiriendo toda la información posible sobre nuestras vidas privadas. Pero este evento global catastrófico lo ha vuelto inmediato. No era en el futuro; es ya. Harari (2018) ha advertido sobre esa potencialidad de control total de las nuevas tecnologías.
El Estado y los gobiernos, justificados por la razón de salud pública, pueden añadir las nuevas tecnologías de vigilancia y control a las viejas prácticas del uso de la violencia legítima para confinar la población a discreción. Una situación inestable por las extremas dificultades que tendrán los mismos Estados para soportar todo el peso que les deja esta pandemia.
Para gobiernos ya autoritarios, la oportunidad es máxima pues el control sanitario instala de manera justificada la vigilancia permanente, la conscripción masiva de poblaciones, la gente en casa, la ocupación de las calles por las fuerzas armadas, con carta abierta para detener a todo transeúnte. Es la situación perfecta para ejercer absoluto control; ya no solo sobre los comportamientos sino hasta pensamientos y deseos de las personas que se lo cuentan todo en medios digitales. El miedo al contagio se añade al miedo ante un tirano, pero el miedo al contagio supera, incluso justifica el control estatal. (2)
Esa tentación de control no es solo para los líderes autoritarios, también para los demócratas que están gozando de la miel de un poder rayano en total. Sin duda, el protagonismo de los Estados a través de la pandemia-cuarentena es global y afecta a todos los gobiernos. El Estado engordó durante la pandemia-cuarentena; y engordará más en la pospandemia cuando le tocará rescatar a todo el mundo de los efectos de la crisis. Y a mayor responsabilidad mayor control e interferencia en la vida privada.
Hay hechos que muestran ese protagonismo del Estado y provocan temor sobre su continuidad más allá de la emergencia:
- Los Estados son los que dan respuestas efectivas a crisis colectivas. (González, 2020).
- A partir de ahora, los Estados tienen el derecho de monitorear nuestros movimientos y nuestro estado de salud, obligándonos a exámenes y procedimientos médicos obligatorios. (3)
- La posibilidad de contagio, sea portador manifiesto o pasivo, permite criminalizar personas, aislar poblaciones y crear guetos. Ya podemos observar efectos concretos en investigaciones que muestran cómo acciones penales en Venezuela criminalizan a portadores del virus y a otros que, sin serlo, pueden ser acusados de negligencia o de acciones vinculadas al virus (Santacruz, Calzadilla, 2020/04).
- Las ayudas económicas a ciudadanos y a empresas aumentarán la dependencia de personas y agentes económicos privados respecto a los gobiernos; dependencia que redundará en mayor populismo y disminución de la libertad de empresa. Podemos prever, con base en las consideraciones pospandemia de los Estados y organismos internacionales, que tales ayudas serán condicionadas y justificarán sinnúmero de intervenciones estatales en el mercado.
DEMOCRACIA LÍQUIDA
¿Estamos entonces destinados a sucumbir a las tendencias de control del Estado, la pérdida total de nuestra privacidad, la conversión de todos los pobladores del mundo en sujetos con un chip implantado que monitorea su salud y reacciones emocionales? ¿Seremos habitantes todos del nuevo imperio asiático que no da cuartel político? ¿Desaparecerá incluso el ideal de democracia?
Es posible que por allí vaya el proceso histórico pero no será inmediato y sin pelea de Occidente por mantener ideales e ideas; sin resistirse los actores históricos a dejar de ser humanos.
En cualquier caso, el resultado será lo que los seres humanos hagan, actores de la historia, ante el reto de mantener y optimizar calidad de vida en las nuevas condiciones de control. Sin duda seguirán siendo puntas de lanzas las ONG en defensa por los derechos humanos, pero también los empresarios y agentes económicos privados que proveerán tecnología, conocimiento y práctica para defendernos del control, para controlar a nuestra vez.
Pues siempre está pendiente la pregunta ¿Quis custodiet ipsos custodes? como necesidad imperante de limitar el poder arbitrario y preservar nuestra persona. Y la respuesta simple y práctica a esa pregunta es la multiplicación de los centros de control. Hoy la visualizamos como redes en sistemas que permiten que cada nodo de control tenga control a su vez.
Así como a los gobiernos sirven las nuevas tecnologías para controlar a los ciudadanos del globo, a estos también sirven para controlar gobiernos.
Específicamente, la tecnología blockchain nos ofrece la mediación tecnológica para diseminar el poder político entre la población. La visión de Dahl (1971) sobre la democracia, como un objetivo hacia el cual tienden las poliarquías infinitesimalmente mediante la multiplicación de los centros de control, es una prefiguración de la llamada democracia digital o democracia líquida, descripción apropiada acuñada recientemente en la literatura sobre e-democracy.
Trataré de exponer los elementos de la democracia digital, tanto sus posibilidades como los graves problemas que presenta, entre ellos los derivados de fenómenos de contagio colectivo, pánicos, locuras colectivas, rumores, cuyos indicios hemos visto multiplicarse en esta experiencia de confinamiento y uso de las redes sociales.
En su origen, el concepto de democracia líquida surge de blogueros de la tecnología blockchain quienes proponen su extensión a la política y específicamente a los procesos electorales. (4) Por tanto, puede ser simplemente una tecnología de votación, agregación y garantía de resultados.
No obstante, el cambio tecnológico sugiere cambios en la misma forma política y funcionamiento de la democracia pues tiene consecuencias inmediatas sobre la representación política al permitir la participación directa de la ciudadanía en decisiones legislativas y ejecutivas. (5)
Democracia líquida (Def. min.)
Es un método de votación digital (tecnología blockchain) que permite al votante consignar su voto directamente sobre asuntos públicos de su interés o delegar un representante específico para cada uno o varios asuntos. El sistema garantiza idoneidad y efectividad del voto y permite el control sobre el resultado. No necesita un ente electoral central para garantizarlo ni mediarlo; es un instrumento en manos de la ciudadanía y controlado por la misma cadena incorruptible y sumatoria de la voluntad de los ciudadanos.
Por esto se dice que es una nueva forma de democracia: un híbrido entre la democracia representativa y la democracia directa.
Es representativa porque la persona puede escoger un representante que decida por él sobre las leyes que regirán al Estado, pero también puede retirar en tiempo real esa delegación (a última hora antes de la votación, por ejemplo) y decidir directamente en los asuntos públicos.
Esto presupone, por supuesto, una forma distinta del vínculo de representación; no la elimina, la modifica al pasar la potestad de decisión sobre las leyes o, incluso, sobre decisiones ejecutivas, a los ciudadanos.
Sin duda, esta proposición exige una reforma de la democracia en su aplicación práctica más importante: la representación, o transferencia de la soberanía como la llaman algunos. La potestad de sancionar las leyes tendría que pasar a los ciudadanos y requeriría una previsión constitucional que así lo permitiese; al menos para algunas leyes de importancia colectiva sobre las cuales los ciudadanos podrían exigir decisión directa.
Es corolario inevitable de esa teoría que los ciudadanos con las nuevas tecnologías podrían exigir mayor participación sobre las leyes de un parlamento o incluso sobre las decisiones ejecutivas (municipales, regionales, presidenciales), pero también sobre los organismos internacionales que influyen en la vida de los habitantes del planeta.
No tengo dudas de que esos cambios vendrán, pero también sé que será lentamente, tras mucha resistencia. El control político será compartido si, y solo si, la ciudadanía se activa para seguir avanzando hacia la distribución democrática del poder.
TECNOLOGÍA BLOCKCHAIN
La tecnología blockchain inventada inicialmente para soportar criptomonedas, está extendiendo su uso no solo a las actividades contables, comerciales, bancarias, o económicas en general, sino también a todas las actividades que necesitan bases de datos confiables y protocolos seguros de uso de la información.
Veamos rápidamente en qué consiste dicha tecnología y cómo se aplicaría al caso de procesos electorales.
Tecnología Blockchain. Es una base de datos digital que almacena información en una red grande de usuarios, pública pero descentralizada. La información, cada transacción de un usuario en una red, es almacenada en un ‘bloque’ engarzado en la cadena o base de datos.
En el caso electoral, cada bloque contendría el voto en la cadena formada por todos los votos, siendo la misma cadena, inalterable, la garantía del voto total o resultados de la votación.
Los bloques contienen varios tipos de información:
- Información sobre la transacción, el voto emitido.
- Información sobre el elector que emite el voto, bajo una firma digital única.
- Un código criptográfico, que llaman ‘hash,’ que distingue ese bloque de cualquier otro similar; en nuestro caso, si pretendiéramos votar dos veces, emitir dos votos seguidos, ese bloque es diferenciado por el ‘hash’, aunque la información del votante y su voto sean iguales.
Una vez es verificado el voto por el usuario y la información del votante es verificada respecto al REP digital, el block recibe el código criptográfico, entra en la cadena y se vuelve público para todos los conectados en la red. De esta forma, cada usuario podría conocer las decisiones de votantes anteriores (la cadena hacia atrás) y la adición de cada nuevo voto.
Así, cada voto es almacenado en un bloque de la cadena (blockchain), siendo la misma cadena, y la imposibilidad de alterar las transacciones, la garantía del voto total o resultados de la votación.
¿Por qué líquida?
- Por la versatilidad de las opciones de delegación. Puedes escoger un delegado para cada asunto distinto; o delegar en alguien que delega a su vez o escoge un experto por ti; o puedes votar directamente.
- Por la posibilidad de revertir la delegación en tiempo real. Puedes delegar por veinte minutos o por años, o poner etiquetas a los asuntos y vincularlas a delegados predeterminados que decidirán por ti hasta tanto decidas actuar directamente y quitarle la delegación.
- Por la posibilidad de fracturación del voto infinitesimalmente a conveniencia entre diferentes representantes según reglas de estimación de mayoría. Por ejemplo, si quieres votar por un candidato que muestra tener mayoría en sondeos, pero quisieras ampliar las posibilidades de otro candidato con respecto a un tercero, es posible fraccionar el voto y distribuirlo a discreción 50-50 % o 60-40 %, etcétera.
- Por la disolución de las decisiones gubernamentales entre los ciudadanos participantes, quienes votarían sobre los asuntos y no solo sobre gobiernos ni por la totalidad de sus períodos administrativos.
- Se diluyen los lazos de la representación tanto por la no permanencia de la delegación como por competencia entre candidatos. Se amplía el rango de los ‘delegables’ a ciudadanos, expertos, ONG, u otros que obtengan la confianza del votante.
- Se diluye la filiación partidista unívoca y la relación con votantes depende de las posiciones de partidos en cada asunto. Puedo votar blanco en algunos asuntos y verde en otros.
Ventajas
- Mayor control ciudadano sobre el gobierno y los grupos de interés.
- Ayudaría a elevar la confianza en la efectividad del voto y aumentaría la participación ciudadana.
- Haría más difícil el uso indebido de la influencia y el lobbying de grupos de interés.
- La delegación en expertos y personas de confianza contribuiría a producir votos informados y racionales. La ciudadanía enfocaría más sobre asuntos que personas cuyo liderazgo tendría que ser menos carismático y emocional y aumentar su consonancia con la voluntad de la gente. A la vez, la gente podría estar mejor informada y entender las razones de algunas decisiones que contravienen sus intereses o aspiraciones pero conducen al bien común.
Retos y limitaciones
La democracia líquida, como ampliación de la democracia a la participación activa de la ciudadanía constituye un reto y una oportunidad para la comunidad política pero conlleva grandes riesgos y avenidas que pueden llevar a la anarquía y la paralización o desaparición del orden democrático.
El primer reto que presenta esta opción tecnológica a los actores políticos es convertir en ventaja competitiva la amenaza, que sin duda presenta esta tecnología en manos de millones, al control de los poderes clásicos, legislativo, ejecutivo y judicial; les resta potestad; hace corresponsable al público con gobernantes y representantes, añade a la forma democrática un poder contralor y decisor nuevo: el ciudadano, quien aun desde su casa y en cuarentena, puede votar y garantizar su voto, incidir en las decisiones públicas.
La amenaza presentada por la tecnología blockchain a los sistemas políticos tradicionales apunta primero y de inmediato al sistema de partidos políticos. La tecnología blockchain nos permite prescindir totalmente de los partidos políticos. Lo cual no es totalmente deseable; lo que es deseable, aun imperativo, es que los partidos cambien estructural y funcionalmente. Tienen roles que cumplir, pero son otros y por otros medios.
A la vez, los ciudadanos debemos entender que la oportunidad que se nos ofrece no significa gobernar directamente, sin mediadores. Es una posibilidad que se irá encausando lentamente y modificando la forma democrática con la producción de nuevas ideas políticas ajustadas a la tecnología.
El proceso empezará por algunos asuntos de interés global, cuestiones ecológicas globales o locales, sobre las cuales la ciudadanía global o local pueda demandar ser escuchada; que la decisión, por ejemplo, de la firma del Convenio de Kyoto, sea decidida por los ciudadanos y no por el presidente o el parlamento; o que la instalación de una industria sobre dimensionada para una localidad sea autorizada.
De hecho, algunos alcaldes y autoridades locales en Estados Unidos, Australia, norte de Europa, están sometiendo a sus electores consulta sobre decisiones ejecutivas; y consejos legislativos sobre decisiones legislativas. Algunos líderes están montándose en la plataforma digital y empiezan a utilizar la tecnología blockchain para la definición de políticas de su programa de gobierno en consulta con sus potenciales electores.
El alcance de tal participación será dado por los límites naturales de todo orden público. Los límites de la liquefacción de la política están dados por la necesidad de autonomía de la acción ejecutiva pública y por la imposibilidad de que los ciudadanos puedan incidir en todas las decisiones públicas. ¿Cuánto Estado necesitamos? ¿Cuánto puede participar el ciudadano sin obstaculizar la acción pública?
No sabemos y tampoco creo que exista tamaño óptimo de uno y otra; lo único que sabemos es que hay funciones públicas que algunos deben cumplir y en quienes delegamos las decisiones y acciones por todos. Esas personas tienen autoridad de mando solo limitada por la responsabilidad pública y la obligación de rendirnos cuentas de la decisión tomada por y para el bien público. A nosotros nos toca tratar de influir y controlar la transparencia y resultados de las decisiones, pero no gobernar directamente.
Digo esto porque en la polifonía y cacofonía generadas en las plataformas de redes sociales, el fenómeno de empoderamiento de las personas es delirante, y me atrevo a calificarlo como soberbia de las masas. Todos los conectados digitalmente tienen una opinión, creen que es la correcta, le saltan a los otros si no coinciden. Saben más que cualquier otro y pretenden influir en los acontecimientos y convertirse en influencer de tendencia social, política, económica; de las artes y las ciencias.
Un fenómeno observable durante la pandemia fue la multiplicación de la creatividad permitida por la tecnología y la posibilidad de individuos desconocidos de acaparar la atención durante un momento fugaz. Todos los seres del planeta tuvieron la oportunidad de convertirse en fotógrafos, bailarines, cantantes, artistas plásticos, historiadores, periodistas, políticos, escritores y formadores de opinión, maestros, psicopedagogos, expertos sanitarios, concejeros y asesores políticos, etcétera.
Médicos individuales, laboratorios, instituciones sanitarias nacionales y globales han manifestado su opinión. Y con la misma importancia y aparente experticia, miles de otras voces están dando diferentes versiones de protagonistas espontáneos de todas las artes y conocimientos.
En política, en asuntos y estrategias globales, la cacofonía de verdades y mentiras abre un abismo de incertidumbre y, más, de ignorancia sobre cualquier aspecto, que hace imposible las decisiones racionales requeridas para un uso efectivo de la tecnología de gobierno digital.
El mundo ciudadano que navega por las redes digitales muestra comportamientos de masa: el miedo, el pánico, el rumor subversivo, la malicia, ruedan a velocidades de megabytes que hacen difícil la organización de los intercambios sin coartar la libertad de expresión. Facebook, por ejemplo, ha fortalecido una política de supresión de mensajes de odio y otros que pudieran tener contenido subversivo. ¿Es eso vigilantismo indebido y control de la libertad de opinión? ¿O es una opción apropiada del propietario de un medio con derecho a preservar el ambiente de su plataforma?
Los usuarios de redes y nuevas tecnologías tendrán que hacer el esfuerzo por organizarse en unidades de decisión racionales que limiten los efectos perversos de los fenómenos de masa y encaucen el potencial de la tecnología hacia un movimiento factible de demanda de cambio a los factores políticos. Si hay algo que ha demostrado la pandemia es la capacidad de los ciudadanos para informarse, retroalimentarse, enmendar, desmentir, comprobar. De igual modo, ha sido manifiesta la capacidad de los ciudadanos para engañarse, engancharse en una verdad parcial, repetir noticias falsas, verdades parciales; así como la acción de centros de producción de mentiras, ruido informático, mensajes manipuladores de la opinión y la conducta colectiva; contra inteligencia de los movimientos subversivos y criminales del mundo que utilizan las mismas tecnologías para corromper y destruir el tejido social y la autoridad política. Parte de nuestra labor ciudadana es justamente acoplar ambas caras de la oferta tecnológica. Por una cara nos da libertad y capacidad de acción; por otra nos convierte en masa irracional, que sigue una corriente sin saber quién la mueve.
Igual los partidos políticos podrían abrevar en las nuevas tecnologías para modificar su rol y funciones pues sin duda la digitalización no los hace desaparecer; al contrario, les permite liquificarse ellos también. La necesidad del mediador político persiste porque es, o debería ser, el profesional que tiene una visión comprensiva del bien público. No es un experto o defensor de una causa específica, sino el encargado de estimar el mayor número de aspectos de lo público al aplicarse una ley o política pública específica. Los políticos de los partidos que quieran ser legisladores podrán competir en la selección de delegados de los ciudadanos por tecnología blockchain. Solo ha cambiado el patio de la competencia. La hace más difícil, sin duda, pero eso es buena noticia para los ciudadanos. Es franca y leal competencia; el político tendrá que mantener la confianza de los electores como propósito y rutina cotidiana, continua y en confluencia con los ciudadanos.
Entonces el mundo posterior a esta crisis múltiple no es un nuevo mundo utópico ni distópico, sino una ardua, larga, persistente tarea para seguir defendiendo nuestros derechos mientras el mundo ajusta sus términos de intercambio económico y político. Y el primer requisito para tener oportunidad de éxito es tener consciencia tanto de nuestras capacidades, para actuar positivamente, como de nuestras limitaciones y excesos, para autocontrolarnos. El autocontrol, la capacidad de autorreflexión y corrección del comportamiento es considerado cualidad indispensable en un buen líder. Igual los ciudadanos líderes de la política digital deben estar en alerta sobre sus propios demonios soltados por la Pandora tecnológica.
Los gobiernos y políticos se afanarán por controlar la moneda y la polis, el movimiento y vida entera de las personas. Los ciudadanos podemos intentar controlar no solo los gobiernos, sino las entidades supra nacionales como la OMS, por dar un ejemplo a propósito de la emergencia sanitaria. Para ello, necesitamos reformar la democracia del siglo XXI.
REFORMAS NECESARIAS DE LA DEMOCRACIA REPRESENTATIVA
Sin minimizar su importancia, debemos notar que la democracia líquida es solo una herramienta, una tecnología para servir a la política. Requiere una teoría política que la ponga en buen uso.
El reto es el diseño de la nueva forma de democracia que use bien esa tecnología y genere equilibrios que permitan impedir manipulaciones, competencia desleal, interferencias indebidas en la acción ejecutiva, o contraproducentes para la realización del bien común etcétera.
Creo que toda reforma de la democracia tiene que atender a sus límites entre la anarquía y el Leviathan; los límites donde la acción política se encuentra ante las paradojas de la democracia.
- Una de las paradojas de la democracia es generada por la regla de decisión mayoritaria que en su extremo conduce a la dictadura de la mayoría. Como fuera advertido muy temprano por uno de los fundadores de la democracia moderna, James Madison, y por el historiador Tocqueville, la mayoría puede ser ignorante y estar equivocada, ser manipulada por facciones de mayoría y por autócratas; la mayoría puede ser seducida por charlatanes.
- La participación ciudadana y los límites de la representación presentan siempre un reto a la democracia: ¿Cuánta representación y cuánta democracia directa? En su discurso a los ciudadanos de Bristol, agradeciendo a la Asamblea, Burke expone esta aparente contradicción: Uds. me han elegido para representarlos porque me consideran digno y capaz de discernir la decisión que favorece el interés común, así que no esperen que ajuste mis decisiones a las demandas o solicitudes de ninguno de Uds. (paráfrasis resumen mía).
- ¿Quién custodia al custodio? Es siempre un recurso al infinito de la democracia. Hoy se traduce no solo en quien custodia a los gobiernos fortalecidos por la pandemia, sino en quien custodia a los usuarios digitales que pretenden custodiar a los gobiernos.
- La corrupción de los gobernantes. Aunque la corrupción no es una contradicción lógica de la democracia sí es un problema que la debilita y la pone al servicio de una oligarquía dominante que contradice la igualdad democrática y corroe la eficiencia y éxito del Estado.
¿Supera la democracia líquida esos problemas?
- Siguen idénticas las mismas dificultades planteadas por la regla de decisión mayoritaria. Aumentan incluso por el crecimiento de una población, no necesariamente instruida, que opina sobre todos los asuntos pero se deja llevar por modas y pánicos. Por los canales digitales también circulan los mismos fantasmas de anarquía y autoritarismo, auxiliados por las tecnologías de la comunicación, el marketing, la publicidad y la propaganda, que generan líderes de marquesinas e influencers vanidosos, cuya calidad se mide en número de seguidores. La celebridad líquida convierte a cualquier figura del espectáculo, o cualquier charlatán que diciendo impertinencias llega a ser influencer, en líderes políticos por arte de la digitalización instantánea. No debemos olvidar que las Kardashiam son tendencia y el nuevo ideal de los millennials.
- La liquefacción de la representación podría aumentar las dificultades para determinar el bien común y las mejores decisiones. La fortaleza del representante político, a diferencia del experto que puede ser delegado en la democracia líquida, es su formación omni comprensiva. Puede ser experto en una disciplina y contribuir fundamentalmente a las leyes y políticas afines, pero como legislador y como gobernante, debería apreciar todas las dimensiones de la sociedad y poner en balance las necesidades de todos los sectores.
- Sin duda, la democracia líquida ofrece soluciones para limitar y controlar a los gobernantes y provocar transparencia en los asuntos públicos. La tecnología blockchain será útil, por ejemplo, para la labor de vigilancia contralora de los ciudadanos sobre las acciones públicas; podremos seguir la cadena de adjudicación de contratos, erogaciones financieras, resultado de obras, etcétera.
En conclusión, la democracia líquida ofrece soluciones a dos de los obstáculos al buen funcionamiento de la democracia pero no resuelve, sino aumenta, los peligros de sus límites extremos: la dictadura de la mayoría digital y la indeterminación del bien común.
El fracaso contemporáneo de muchas democracias, como la nuestra, señala la urgencia de diseñar una forma democrática que se adapte a los nuevos tiempos e incluya a la ciudadanía en el gobierno. Se habla de ‘democracia participativa,’ pero nadie sabe qué es ni cómo se implementaría tal forma política, excepto como mecanismos ad hoc o adicionales al sistema de representación estándar.
La democracia líquida necesita entonces una teoría política que provea fundamentos a la forma democrática del futuro. Una teoría puente entre la representación y la participación, entre la mayoría y las minorías.
DEMOCRACIA DELIBERATIVA
Durante las últimas tres décadas se ha desarrollado otra linea de producción de ideas de reforma de la democracia que ofrece esos puentes entre representación y participación.
Las nuevas propuestas son agrupadas bajo el descriptor ‘democracia deliberativa’ No es una teoría única todavía pero sus proponentes diversos han producido un copioso cuerpo teórico que puede agruparse bajo esa denominación.
Los proponentes de la democracia deliberativa han presentado modelos de deliberación que permiten reproducir la antigua práctica griega de decisiones consensuales para poblaciones grandes. Modelos que han sido llevados a la práctica y probados; y ofrecen procedimientos colectivos de toma de decisiones políticas que incluyen a los afectados por las mismas, basados en el principio de la deliberación racional y el acuerdo. Entran así al escenario de la teoría política viejas prácticas filosóficas como teorías de la argumentación y la retórica.
La idea original de la democracia deliberativa fue presentada por Joseph Bessette (1980, 1994) para resolver las limitaciones del principio de la mayoría.
Desde entonces, numerosos pensadores han trabajado sobre el diseño de una democracia deliberativa: sus reglas, métodos, límites necesarios, relaciones con la democracia representativa, etcétera. (6) Algunos reclaman como inspiración la visión dialógica de John Rawls y Jürgen Habermas sobre los principios e instituciones políticas, pero se han desprendido de ellos presentando nuevas ideas y acumulando teoría y práctica en consolidación progresiva.
James Fishkin, quizá el más emprendedor de la democracia deliberativa, (7) ha propuesto modelos prácticos de deliberación. Uno de ellos, los “sondeos deliberativos:” pequeños foros de ciudadanos elegidos al azar que discuten, se informan y, solo al final, toman posición acerca de algún asunto.
En otro modelo más ambicioso, Fishkin propone efectuar sondeos de poblaciones de quinientas personas, escalando X múltiplos hasta poblaciones grandes (i.e. regionales) que alcancen decisiones en consenso respecto a asuntos de interés colectivo.
Otra proposición (Fishkin y Ackerman) es realizar, antes de una elección de rango nacional, un Día oficial de deliberación, durante el cual toda la población se dispone a realizar foros deliberativos, de los que deben salir bien informados y con una decisión racional sobre su voto.
Han hecho experimentos de estos sondeos y han sido utilizados por investigadores, concejos legislativos, candidatos locales (en Estados Unidos, países nórdicos, Australia, África, etcétera) mostrando la posibilidad real de llegar a acuerdos y consensos para la toma de decisiones públicas. (8)
Debe mencionarse que estas proposiciones niegan el teorema de Arrow (1963) que demuestra la imposibilidad de llegar a un resultado racional mediante la suma de votos de un cuerpo deliberante. Empíricamente también contradice la idea de la competencia como modo de interacción dominante de las relaciones humanas. No obstante, yo entiendo las proposiciones de Fishkin como una meta solución. El foro deliberante no tiene que llegar a una opinión de consenso; puede llegar a una decisión de consenso. Una persona puede tener una preferencia y, ante información y debate, también puede lograr entender y aceptar que otra alternativa sea preferible; o puede negociar alguna cláusula excepcional como un límite temporal, por ejemplo, que permita volver a tener su alternativa preferida. Es pues una meta solución: la decisión previa de llegar a una decisión entre todos.
Paralelamente, los filósofos están trabajando los fundamentos lógicos y discursivos de la deliberación. Desde la lógica de la argumentación y la retórica, intentan precisar los límites lógicos de una deliberación racional que pueda llevar a acuerdos sobre el bien común y público, evite la retórica falaz, que tuerce la lógica para persuadir e influir, contenga la manipulación de las mayorías, incluya los discursos de las minorías y provoque decisiones sobre asuntos y en función del interés común (Fontana, 2004).
Si ese trabajo filosófico de enseñar a pensar y discurrir se proyectara a la práctica de circulación masiva de la información, a través de los incontables recursos didácticos, de publicidad y mercadeo de ideas, ofrecidos por las tecnologías, la población que concurra a esos foros deliberativos estaría mejor capacitada para acordar opinión sobre cuestiones públicas y tratar de influir en su devenir.
La democracia deliberativa abre una vía interesante de reformas políticas factibles. Es un camino medio que preserva la representación y los partidos políticos, pues quienes mejor pueden utilizar esos sondeos son los candidatos, o funcionarios en ejercicio pensando en reelección; y son los partidos quienes podrían organizar la participación de delegados de sus partidos en esos foros. Y los políticos se fortalecerían al conectarse directamente con sus electores, aun mediante tecnología y en escalamiento poblacional.
Además, es una buena iniciativa para ordenar la cacofonía, la información que por su exceso se convierte en ruido, de los usuarios de las redes digitales. Los sondeos deliberativos constituyen un buen recurso para contradecir noticias y proposiciones falsas, para aclarar ideas de gobierno y explicar decisiones y políticas aplicadas. Mucho podría contribuir la democracia deliberativa a despejar la incertidumbre y regenerar confianza en la política.
La confluencia de la democracia deliberativa con las nuevas tecnologías de comunicación digital es inevitable y facilitará los foros deliberativos; y podría tomar impulso con el incremento del trabajo desde casa, fenómeno que llegó para quedarse, según estima la mayoría de analistas internacionales. Si continúa esa tendencia, mayor número de personas tendrán tiempo para ocuparse en cuestiones políticas de su interés y mejor dispuestos a la comunicación deliberante y tecnología blockchain. El trabajo en casa puede ser una oportunidad para la política, no solo para la economía; puede estimular la participación ciudadana en la ‘cosa pública’.
CONCLUSIONES
1. Las proposiciones de la democracia deliberativa y digital muestran cuanto menos que, con la participación activa de los ciudadanos, hay vías para reformar la democracia, limitar sus excesos, resaltar sus virtudes y atenuar sus debilidades, incluso bajo el vigilantismo y control gubernamental que según los expertos globales será tendencia pospandemia. Ya hay institutos, laboratorios y compañías produciendo Apps para la democracia líquida, incluso plataformas de código abierto para uso general. (9)
2. La reforma de la democracia para adaptarse a la modernidad líquida y ofrecer soluciones a las exigencias y problemas de las democracias del globo no será inmediata ni producida mágicamente por una teoría revolucionaria del pensamiento global pospandemia. El pensamiento global ya está hace rato en una revolución científica indefinida y continua y está ofreciendo soluciones a nuestros problemas desde múltiples centros de producción de conocimiento en el mundo. Muchas de esas ideas son similares y paralelas, otras complementarias, otras quizá sean exclusivas. Y cada país o nación utilizará modelos o versiones distintas, pero todos confluirán en la progresiva liquefacción de la democracia y la invención de mecanismos para incluir a la creciente población activa en el debate y quehacer político.
3. La mayor resistencia al cambio puede esperarse de los actores políticos. No solo son las formas políticas de larga duración, los políticos son los actores sociales más resistentes al cambio; se apegan a las fórmulas que les han permitido ejercer el poder. Una de las razones por las cuales los sectores políticos son los más lentos en responder a los cambios sociales, económicos y tecnológicos es de índole emocional: todo cambio amenaza el control, el poder, que es una de las pasiones más fuertes del ser humano y corroe hasta sustituir el objetivo propio de la política: el bien público.
Pero las nuevas generaciones que están entrando en la palestra política ya han sufrido la mutación tecnológica y, paradójicamente, será el espíritu competitivo lo que les moverá a promover fórmulas de acuerdo y cooperación política entre ciudadanos y autoridades a través de las tecnologías. Así, los líderes más exitosos del futuro serán quienes asuman este camino de reformas de su propia actuación y del sistema político entero.
4. ¿Qué utilidad puede tener todo esto para nosotros en este momento de nuestra historia?
- Para salir del presente es necesario ver y prever el futuro. En los últimos veintiún años, nos hemos acostumbrado a experimentar la política como una guerra permanente y fratricida de todas las instituciones del Estado contra los ciudadanos. Conviene refrescar que eso no es la política. La política es un orden de autoridad que se justifica y legitima solo por cumplir la función de producir el bien común. La política no es para aniquilar a los ciudadanos o someterlos a la voluntad de los líderes; el espacio de la política es donde los líderes sirven el bien común.
- Justamente porque ha sido disuelta nuestra democracia, nos toca soñar el modelo de forma política que nos evitará en el futuro repetir el desvío del camino hacia la democracia.
- Aun en Macondo y en guerra, estamos masivamente incorporados a las nuevas tecnologías y hay millones de ciudadanos movilizados políticamente; una mayoría no silenciosa (que puede hacer sus propias votaciones líquidas).
- La tarea de modificación de la democracia tomará años. Pero podemos empezar a ensayar la participación política ciudadana en nuestros propios entornos. Fundaciones, ONG, instituciones educativas, empresas, medios de comunicación.
En suma, las ideas ofrecidas por la teoría deliberativa y las herramientas prestadas por la democracia líquida nos sirven para organizar nuestra participación ciudadana; hoy, frente a quienes pisotean nuestras libertades democráticas, podemos luchar con el conocimiento.
La democracia deliberativa y la democracia líquida solo abren la posibilidad de espacios de cooperación; no eliminan la competencia, pero vuelven a apostar a la razón humana para reconocer el bien público. Es una apuesta a la palabra, a la funcionalidad práctica del discurso, a la fuerza del conocimiento, a la era discursiva líquida. Es política práctica en el siglo XXI.
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Ruth Capriles
Licenciada en Historia de la Universidad Central de Venezuela (1975). Doctora en Ciencias Políticas por la misma universidad. Actualmente es investigadora del Centro de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Católica Andrés Bello.