SUMARIO
El artículo trata no solo de definir qué estamos entendiendo por fake news, sino que va más allá. De manera sintética intenta, desde la consideración de conceptos como verdad y falsedad, darnos pistas para su comprensión y análisis. Nos refiere sobre la rapidización de las informaciones actuales y desde ahí trae a consideración el concepto de comunicación verdadera y nos arroja algunas pistas/indicadores para detectar aquellos hechos noticiosos que resulten ser pseudoverdades o fake news.
Caracterización del fenómeno
El fenómeno de las fake news no es distinto de la difusión de las pseudoverdades referidas sobre todo a hechos noticiables. La novedad actual se basa principalmente en la magnitud que ha adquirido y la velocidad de difusión, gracias a las nuevas Tecnologías de la información y comunicación (NTIC), en una cultura de posverdad.
Las cinco claves de su comprensión remiten a otras tantas estratagemas de influencia comunicacional, potenciadas por los nuevos conocimientos psicosociales y telemáticos.
Excepción hecha de las informaciones erróneas, pero no intencionadas, veamos sus características:
1.- Son informaciones falsas que por su verosimilitud se hacen creíbles.
Pueden referirse a fuentes, datos, hechos, personas, circunstancias y, en general, a todo asunto susceptible de ser noticia, aunque solamente su productor intencional –individual o institucional– sabe, en principio, de su falacia total o parcial.
Las fake news más eficaces son las que no se detectan o se reconocen tardíamente, una vez de haber producido sus efectos.
2.- Se configuran bajo narrativas y encuadres (frame) interpretativos, orientados a destruir al oponente (ideológico, político, económico o social).
Aunque el periodismo distingue entre hechos y opiniones, en la dinámica polemista meramente la selección de determinados datos o hechos, corroborados o no, incorpora los sesgos inherentes a las visiones de los actores sociales que propugnan la hegemonía de una interpretación sobre la del contrincante. Las situaciones electorales y geopolíticas presentan las condiciones más permeables para reproducirlas (Alandete, 2019).
3.- Utilizan los recursos retóricos de seducción y argumentación sofísticos.
Más que nunca hoy, en la era de la sobreabundancia de información, el bien más escaso es la atención, y a su captación se dirigen todas las experticias acumuladas no solamente en la retórica tradicional y la sofística, sino en la propaganda y publicidad modernas.
4.- Manejan dispositivos temáticos similares a los de la rumorología:
El complot clandestino para tomar o retomar el poder.
Las penurias o racionamientos provocados artificialmente.
El miedo a los extranjeros y a las minorías mal integradas culturalmente.
Las enfermedades, los vicios privados y el enriquecimiento fraudulento de los poderosos. (Allport y Postman, 1973).
Sin embargo, su amplitud temática no tiene restricciones, pues cualquier dato es susceptible de ser transformado en fake news por su tratamiento sensacional.
5. Recurren a los algoritmos programados para la viralización.
Dicha estrategia incluye la visibilización máxima, expansión en cadena y reproducción exponencial por viralización https://es.shopify.com/blog/viralizacion-de-contenidos-todo-lo-que-debes-saber
Su misma velocidad y la respuesta automática a las posibles réplicas la blindan ante la crítica (Aguirre J.M. 2015: 25-38).
Los retos de la verificación
Como he señalado al principio, la novedad de las fake news consiste en el ritmo de su producción y la velocidad de transmisión, es decir de su rapidización, basada en los algoritmos antedichos y medida por su growth hacking (K = i*c).
La rapidización, aplicada a la aceleración de los cambios tecnológicos, y, en general, a los procesos de innovación, producción, difusión y consumo, es un término metafórico inspirado en los rápidos y caídas de los ríos para dar a entender los saltos de velocidad respecto al flujo normal de la corriente de agua, es decir, su carácter exponencial. Pero la metáfora de la viralización va más allá al aplicar los modelos epidemiológicos a la difusión y detección de memes y otros micromensajes de gran impacto emocional (Wang, Lin &Brendan, C.Wood, 2011).
La catástrofe de la Lehman&Brothers fue una prueba de la manipulabilidad de los clientes con datos imprecisos sobre la calidad de las acciones subprime y la seducción de las ganancias rápidas en una etapa en la que solamente en el mercado de valores de Estados Unidos unas dos terceras partes de unos siete mil millones de acciones, cambiaban de propietarios en tiempo real con algoritmos de los ordenadores. ¿Quién puede fiscalizar y detectar errores o fraudes de todos los agentes o de los programadores de los algoritmos en todas las operaciones mundiales de la bolsa?
Pensemos ahora en todos los flujos mundiales noticiosos, solamente medibles en exabytes mensuales, intercambiados privada o públicamente en Internet, con equipos dedicados a generar trolls o fake news a través de las plataformas de la Web, e-mail, data, Internet-video o “file sharing”, y, en general, RRSSS, para hacernos una idea de la dificultad que entraña separar, como diría el Evangelio, el trigo de la cizaña.
Una dificultad no menor es la que entraña la diversidad lingüística de las regiones, que no se resuelve con la traducción automática, sea porque muchas lenguas minoritarias no cuentan con las respectivas bases de verificación, sea porque la traducibilidad es aún muy imperfecta. Aunque la producción inglesa domina el panorama, no se pueden minusvalorar los espacios chino, árabe, ruso y latino.
A la especialización lingüística hay que sumar la especialización sectorial de los campos diferenciados de la economía, en la que los datos numéricos son fundamentales, y cualquier noticia sobre indicadores de inflación, valores de la bolsa o cambio monetario; de la política, a menudo centrada en las murmuraciones sobre nombramientos gubernamentales, en la confiabilidad de las encuestas; y, así en otras áreas de la diagnosis social sobre igualdad, de los reportes epidemiológicos de salud, del mundo deletéreo del espectáculo, etcétera.
Y, no debemos olvidar que su profundidad (Deep news) introduce una variable de opacidad aún mayor, sobre todo cuando concierne al ámbito de los derechos humanos, delitos de lesa humanidad y ciberataques bélicos ( https://lab.witness.org/projects/synthetic-media-and-deep-fakes/)
Según las estimaciones de la consultora Gartner, “en 2022 el público occidental consumirá más noticias falsas que verdaderas”. Además, sus expertos han concluido que tienen un 70 % más de probabilidades de ser replicadas que las noticias veraces y las noticias verdaderas tienen que ser hasta seis veces más largas que las falsas para poder alcanzar a 1.500 personas. Queda, pues, claro que los plazos necesarios de reacción argumentada o justificada para rebatir la falsedad implican una ralentización de la denuncia, de la rectificación y del contraataque. (https://www.elmundo.es/papel/futuro/2018/09/12/5b97cc7f22601d761e8b45d0.html)
Si, además, por verificación entendemos no solamente desatar las alertas de la mera autentificación de las fuentes, sino la aplicación de los criterios de una comunicación verdadera, es decir, objetiva, significativa y válida, los parámetros de discernimiento y los protocolos correspondientes de veracidad cambian notablemente (Martín Serrano, 2002, pp. 251-260). La autentificación de una sola noticia –su facticidad–, en un medio único puede requerir poco tiempo de observación, pero el seguimiento de un racimo o una masa de informaciones exigen plazos más largos. Y si a ello agregamos el análisis de completitud, exigido por el afinamiento de la adecuación de cada uno de los componentes (5 W periodísticas: quién, qué, dónde, cuándo, cómo y por qué ) puede conllevar el periodo de una investigación. La simulación, el anonimato, la ironización y otras transformaciones discursivas junto con la manipulación morfológica audiovisual, nos llevarían todavía a un campo más intrincado, más propio de detectives que de periodistas.
Por otra parte la relación entre tiempo de viralización versus el de verificación depende principalmente de tres factores: el volumen informativo de noticias, la diversidad de las plataformas y la complejidad o profundidad de los mensajes. Es obvio que el diseño del programa de viralización conlleva un tiempo de ingeniería informática, pero una vez desarrolladas las rutinas, su tiempo de aplicación depende del número de alimentadores de mensajes y del ritmo de actualización de las notas, pues entran en diversos grados el factor humano manual o automatizado.
Si, encima, la comunicación móvil de la 5G está diseñada para ser entre diez a cincuenta veces más rápida que las redes 3G y 4G existentes, el nuevo escalamiento tecnológico obstaculizará aún más la posible observación y capacidad de respuesta de los softwares, que siempre proceden con rezago con respecto a las innovaciones y a los programas nocivos.
En las actuales circunstancias no deja de ser un señuelo engañoso la promesa de la detección automática al estilo de los programas antivirus, ideal de los sistemas programados, aunque en esa dirección van los manuales de verificación para expertos, cuyo procedimientos se actualizan día a día (Tschiatschek, 2018).
Solamente los gobiernos y las grandes instituciones pueden permitirse el lujo de mantener unidades de análisis con un monitoreo de imagen constante o con auditorías eventuales, y esta práctica implica el seguimiento sistemático de los mensajes que les conciernen a un alto costo.
El tiempo que la mera detección de una noticia le puede llevar a un experto apenas unos minutos, según las dimensiones del corpus o texto, al neófito le podría costar horas, pues supone manejar muchas variables contextuales. No hablemos ya del análisis acucioso de mensajes complejos multimedia, en que hay que desglosar las capas visuales o detectar las combinaciones espúreas de mensajes de audio y video.
Referencias
AGUIRRE, Jesús María (2015): “Nuevos dinamismos en los procesos de producción informacional”. En: Comprender la Sociedad Red. Caracas: Centro Gumilla, pp. 25-39.
ALANDETE, David (2019 ): Fake news: la nueva arma de destrucción masiva. Ed. Planeta
https://www.facebook.com/EDICIONES.DEUSTO/
https://www.alandete.com/
BAGGINI, Julián (2018 ): Breve historia de la verdad. Ed. Ático de los libros.
EDWARDS, D. y CROMWELL, D. (2011): Los guardianes del poder. El mito de la prensa progresista. Ed. Txalaparta, Tafalla.
GORDON W. Allport y POSTMAN, Leo (1973): Psicología del rumor. Buenos Aires: Editorial Psique.
GUTIÉRREZ, Jeanfreddy (2018): “Fake news en Venezuela: laboratorios, abuso de poder y propaganda en pasticho”. En: revista Comunicación, N° 182, 2° trimestre. Caracas: Centro Gumilla, pp. 95-103.
MARTÍN SERRANO, Manuel (2002): “Verdad y falsedad en la comunicación humana”. En: Teoría de la Comunicación. Madrid: Ed. Mc Graw Hill.
– OTTO, Max (2010): El crash de la información. Los mecanismos de la desinformación cotidiana. Madrid: E. Ariel.
PÉREZ ROSAS, Verónica y KLEINBERT, Bennett et alii (2017): https://www.researchgate.net/publication/319255985_Automatic_Detection_of_Fake_News/citation/download
SILVERMAN, Craig (2016 ): Manual de verificación: una guía definitiva para verificar contenido digital al cubrir emergencias. Edited bay Craig Silverman.
TSCHIATSCHEK, Sebastian et alii (2018):Fake news detection in social networks via crowd signals. WWW 2018, April 23-27, 2018, Lyon, France.
WANG, Lin y WOOD Brendan, C. (2011): An epidemiological approach to model the viral propagation of memes. Applied Mathematical Modelling
Volume 35, Issue 11, November 2011, Pages 5442-5447
ALGUNOS MANUALES
Jesús María Aguirre
Profesor titular de la Universidad Católica Andrés Bello. Profesor de pregrado y postgrado de la misma universidad. Miembro del Consejo de Redacción de la revista Comunicación desde su fundación (1975).