Agrivalca Canelón Silva
El liderazgo femenino constituye uno de los principales retos que enfrenta nuestra sociedad contemporánea, impulsado por profundas transformaciones que reflejan la creciente complejidad del mundo actual, así como la evolución de las expectativas colectivas. De suyo, cada vez más mujeres ocupan espacios de decisión y redefinen el ejercicio del poder desde una mirada más equitativa, colaborativa, sostenible y consciente, capaz de conectar con el entorno, generar confianza, construir relaciones de largo plazo e integrar un enfoque alineado con la diversidad. Este cambio de paradigma no es una mera respuesta frente a las demandas sociales, ni simplemente una cuestión de justicia. Antes bien, el reconocimiento de la perspectiva de género encarna un imperativo moral y estratégico.
La revista Comunicación no ha sido ajena a este signo de los tiempos. Baste citar como muestra los artículos “La mujer y el periodismo” (1982) y “II Jornadas de la Mujer Periodista (-Plan de Acción-)” (1985), firmados por Berta Brito, así como también “El techo sigue siendo de cristal” (2008), de Marta Aguirre. Otro tanto suma a este derrotero el texto “Delante y detrás de cámara. Apuntes sobre el rol de las mujeres en la fotografía venezolana” (2024), de la autoría de Johanna Pérez Daza, pero no menos, “Periodismo transformado por mujeres” (2024), escrito por Ysabel Viloria. En cada uno de estos trabajos, sus autoras han puesto de relieve, especialmente, los avances logrados y las contribuciones realizadas por las mujeres en diferentes sectores de la comunicación social en Venezuela -en particular, tratándose del periodismo-, sin descontar las dificultades que también les ha tocado afrontar en el camino hacia la consecución de la igualdad de oportunidades y de condiciones para el desarrollo de su profesión.
No obstante, lejos de circunscribirla tan solo a los linderos propios de un objeto de estudio, la impronta de las mujeres a lo largo de los primeros 50 años de existencia de Comunicación se ha hecho notar, sobre todo, a partir de la participación de un nutrido elenco de investigadoras venezolanas y latinoamericanas que han encontrado en las páginas de la revista una vitrina privilegiada tanto para la exposición como para la proyección de sus ideas, estudios, reflexiones, planteamientos y entrevistas, animando el diálogo y el intercambio de conocimientos dentro de la comunidad académica de la comunicación. Y todavía más, la voz femenina ha dejado sentir su influjo en el devenir de cinco décadas ininterrumpidas desde el máximo órgano de gobierno de la publicación, vale decir, su comité de redacción, instancia de la que han formado parte 10 mujeres durante diferentes épocas.
En este orden de ideas, merece destacarse de entrada y poner en valor la labor de Berta Brito, la pionera, quien en la década de los 80 fue un puntal en el abordaje de aspectos concernientes al periodismo venezolano y la situación de sus profesionales, las políticas públicas de comunicación y la radiodifusión estatal. Dan cuenta de esta línea de pensamiento un total de 20 artículos, entre los cuales vale la pena resaltar: “La comunicación social en el VI Plan” (1981), “25 años de censura y democracia en Venezuela” (1982), “Periodistas, participación y contratos colectivos” (1983), “Contratación colectiva en tiempos de crisis” (1987), y “La voz de Venezuela: cronología de la indolencia” (1991).
Maritza Guadarrama haría lo propio en el mismo decenio, marcando el tránsito hacia el primer tramo de los 90 con su emblemática obra “Planificación y diseño de una publicación” (1989). De esta manera, quedaba allanada la ruta para otros referentes femeninos en la mesa de redacción, en concreto, Rosamelia Gil, con tres trabajos: “Un perfil de ejemplaridad de los comunicadores: figuras sobresalientes de la comunicación social en Venezuela» (1994), “Cine venezolano: el derecho a defender nuestras imágenes” (1995), e “Hipertextos, hipermedios, multimedia: apuntes de una realidad tecnológica” (1995), junto a Marta Aguirre, con un haber de cinco textos, en su mayoría vinculados con temas de educomunicación, como “El uso del periódico en la educación” (1992) y “Programa de promoción de la lectura y la escritura para docentes en servicio” (1995).
A su turno, Elsa Pilato y Narsa Silva se incorporarían al equipo en el umbral del Siglo XXI, con plenitud de voz y voto en la toma de decisiones de carácter editorial. La primera legaría un cúmulo de cuatro artículos, la mitad de los cuales dejan en evidencia su indiscutible vena deportiva asociada a la comunicación: “Atlanta 96: deporte, tecnología y comunicación” (1996) y “La TV le pone precio al balón” (2002). La segunda abonaría una lista de nueve textos dedicados, en buena medida, a la comunicación de las organizaciones, la publicidad y el mercadeo, siendo el más recordado “Una breve aproximación teórica a la comunicación organizacional” (2001).
Desde bien entrada la década de 2000 y hasta la fecha, tres investigadoras han tomado el bastón de relevo de la representación femenina en el comité de redacción: Johanna Pérez Daza, con 18 trabajos enmarcados en la sociología de los grupos, la comunicación comunitaria-alternativa, la participación ciudadana y la fotografía; Raisa Uribarri, con 16 artículos centrados en la sociología de las redes sociales, los derechos de acceso a Internet, la interactividad y el rol de los usuarios, y la relación entre la comunicación, las TIC y los movimientos sociales; e Ysabel Viloria, con 10 textos nucleados alrededor de las tendencias del periodismo, el periodismo colaborativo, la desinformación y la construcción de la memoria informativa.
Quien escribe estas líneas, también ha hecho aportes como integrante de Comunicación en dos períodos específicos: de 1999 a 2013, y luego de 2022 hasta hoy, lo que se ha traducido en 38 trabajos que han versado sobre la comunicación organizacional, su epistemología y su estatus profesional. Para el momento de cerrar esta nota, justamente, está por concluir un artículo que tratará sobre el papel de la mujer en la Comunicación Corporativa en Venezuela, reivindicando la perspectiva de género como lo han hecho sus compañeras y predecesoras. Pero este trabajo ya quedará para la cuenta de los próximos 50 años de la revista.