AUTORES: Gustavo Hernández Díaz y Edixela Burgos Pino
En los últimos años, ha sido fulgurante la presencia de Internet y las redes sociales en el devenir de nuestra vida social y política. Con relación a este último punto, se investigó el uso que los estudiantes de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB (Sede Montalbán) le otorgaban a las redes sociales para la participación política y ciudadana, en el primer semestre del año 2019
In recent years, the presence of the Internet and social networks in the future of our social and political life has been brilliant. In relation to this last point, we investigated the use that students of the School of Social Communication of the UCAB (Montalbán Headquarters), they granted social networks for political and citizen participation in the first half of 2019
1. Participación política y ciudadana en las redes sociales: notas para un marco conceptual
La participación política se expresa de muy diversas formas que van desde la emisión de votos, el activismo en una organización o asociación política, contactos con políticos, hasta la participación en manifestaciones o protestas políticas (estas últimas con sus múltiples variantes), entre otras. Desde los años sesenta del siglo XX, se han desarrollado nuevas formas de protestas como: boicots, ocupaciones de calles y edificios, bloqueo del tráfico, firma de peticiones, sentadas (Anduiza y Bosch, 2004).
La participación puede concebirse como un término muy amplio que pretende abarcar múltiples connotaciones en su definición, por lo que en principio participar significa “tomar parte”, el ciudadano se convierte en parte de una organización que reúne a más de una sola persona; pero participar también significa “compartir” algo con alguien, así sea una noticia. De forma que la participación constituye un acto social en el cual nadie puede participar exclusivamente para sí mismo; implica un acto social, colectivo y, por supuesto, el producto de una decisión personal de querer influir en la sociedad (Merino, 2013).
La revolución de las tecnologías de información y comunicación (TIC), con sus consecuentes transformaciones en la vida social y política, nos invita a reflexionar sobre las mismas nociones y alcances de la participación y el ejercicio de la ciudadanía, especialmente en lo que supone el acceso a Internet y las redes sociales digitales, los cuales nos brindan nuevos espacios para la comunicación, organización y movilización social.
Dentro del plano sociopolítico, la inclusión de la protesta como forma de participación política implicó ampliar los repertorios para actuar dentro del sistema democrático. Y estos nuevos repertorios han significado otras formas de hacer y concebir la política, estableciendo distintas exigencias al Estado por parte de nuevas organizaciones y grupos que persiguen revitalizar la democracia. En el cuadro 1, podemos observar los cambios que se han suscitado en la participación política desde el siglo pasado. Cabe resaltar que Mateos (2012) incorpora la utilización de las tecnologías como un nuevo modo de participar en la agenda política, ya sea de forma individual o asociativa.
Las movilizaciones que se han gestado en los últimos años forman parte del llamado activismo 2.0 (Fernández, 2012), centrado en formas más horizontales de acción, altamente participativo y asambleario.
Dentro de estos nuevos mecanismos de participación política sustentados en las TIC, se amplía el repertorio de acciones colectivas, ya sea a través de la participación que se da a través de los mecanismos tradicionales offline, los cuales potencian la organización y movilización a través de la simplificación de aspectos logísticos, además del alcance global de los mensajes. En lo que respecta a la participación electrónica, la misma puede ir desde el voto electrónico, el parlamento en línea y la ciberprotesta (e-protesta), esta última sustentada en nuevas formas de acción colectiva no convencional como son: el ciberactivismo, el hacktivismo o la desobediencia civil electrónica.
Como se puede apreciar, estas formas de acción representan otros repertorios en los modos de intervenir en la esfera social y política, por lo cual, la concepción de la participación política debe replantearse frente a la crisis de la democracia representativa y del sistema de partidos, ya que los sujetos se sirven de otras instancias para organizarse y movilizarse en la escena pública. La participación política como parte del proceso democrático, no ha podido sustraerse de la revolución tecnológica. Internet, como punta de lanza de las tecnologías, puede convertirse en el conducto principal para consolidar una nueva cultura digital, es decir, la evolución de una democracia puramente representativa hacia la denominada “democracia participativa” (Pitalúa, 2008).
Ahora bien, si abordamos el caso de Venezuela y las formas de participación que se han gestado en los últimos años (gobierno de Hugo Chávez y ahora de Nicolás Maduro) tanto en el plano de los mecanismos de participación tradicional y vía virtual, en principio se debe establecer como base de análisis la crisis institucional y el cierre de mecanismos de participación y representación popular, sustentados en la conformación de un Estado comunal y un modelo de organización político territorial de las comunas, ambas figuras modifican la estructura del Estado venezolano (democracia representativa y participativa prevista en la Constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela, 1999) y del propio sistema político.
Desde la perspectiva de Arenas (2011), el modelo de participación que se impulsó durante el gobierno de Chávez se caracterizó, en primer lugar, por generar una forma de participación controlada desde arriba, desconociendo cualquier acción que proviniese de los distintos sectores sociales. En segundo lugar, cualquier iniciativa social autónoma, que no se enfile en la perspectiva del gobierno, es discriminada y repelida. En tercer lugar, las formas participativas promovidas se limitan a resolver los problemas inmediatos y cotidianos a nivel local, sin atender a procesos más globales o estructurales, que impliquen reflexionar o incidir sobre la propia comunidad política:
Esto nos obliga a pensar que no necesariamente la democracia participativa, al menos en la forma como el chavismo la concibe, incrementa la calidad de la democracia. Antes bien, esta pudiera ser funcional a los populismos autoritarios en tanto que las prácticas locales a las que se remite no generan rutas de acción capaces de afectar las decisiones políticas de envergadura, como fue el caso del Perú de Fujimori, quien creó y estimuló figuras institucionales en atención a la participación sin que las mismas alteraran el ejercicio autoritario de su gobierno (Arenas, 2011, p. 136).
Las formas participativas que promovió el gobierno de Chávez, se han mantenido durante el gobierno de Maduro, por supuesto las mismas se han revestido de mayor control, bajo nuevos estamentos jurídicos y políticos. Al reducir la participación solo a nivel local, no se gestionan y crean espacios que tengan una real incidencia para el cambio social y político. Todo ello ha derivado en que se ha generado entre las comunidades y el Estado una relación dominada por la lógica clientelar y burocrática, en la cual la comunidad solo ve al Estado como proveedor de recursos.
Las formas de participación que impone el Gobierno son a través de los consejos comunales y el poder comunal. Estas organizaciones, al ser entes que dependen de la estructura gubernamental, canalizan todos los recursos desde la visión político-oficialista, es decir, bajo esta lógica cualquier actor, organización o partido político que no provenga del propio gobierno, difícilmente podrá actuar en el contexto de las comunidades, ya que se pretende privilegiar una relación entre el Estado y las comunidades, sin ningún otro intermediario que no emane de la propia esfera oficialista. Sobre todo, si consideramos que con la llegada de Chávez al poder, la participación se centró en la estructura del Estado-gobierno (consejos comunales y el poder comunal) limitando (normativas legales) y criminalizando todas aquellas movilizaciones o luchas reivindicativas que no fuesen derivadas del propio Poder Ejecutivo. De forma que se cercena todo tipo de participación de organizaciones o movimientos sociales que sean autónomos a la estructura gubernamental, lo que desde la perspectiva de Martínez (2016), implica “enajenación del ejercicio democrático participativo por sus formas burocrático-clientelares (p.232).
Sin dejar de considerar el marco sociopolítico arriba expuesto, las causas de la rabia e indignación que generaron las movilizaciones del ciclo de protesta del año 2017 se han agudizado. La convocatoria permitió la emergencia de sujetos, colectivos o movimientos autónomos que, sin ceñirse a la lógica partidista, incentivaron otras formas para el encuentro y la deliberación, ya sea en las calles o en las redes sociales digitales, quizás con mayor preeminencia de las segundas. Estas últimas se usaron para evadir la hegemonía comunicacional, difundir información y hasta para que los políticos comunicasen sus perspectivas a través de Twitter y Periscope.
Más allá de ello, se pudo observar formas de organización colectiva, sustentadas en prácticas transitorias, efímeras, espontáneas, automovilizadas y organizadas, características propias de las movilizalizaciones en red, pero que quizás también nos habla de la emergencia de una nueva ciudadanía, ya no cimentada en los discursos políticos tradicionales, sino en la búsqueda de construir agendas que supongan un cambio en las estructuras del país.
Por supuesto, la política pasa por la construcción de espacios para la deliberación democrática, encuentros con la otredad, contextos que requieren de acciones cara a cara, pero también hoy en día prevalecen acciones ciberactivistas. En los ciclos de protestas en Venezuela (2014 y 2017), las acciones ciberactivistas hicieron presencia en la red solo en momentos coyunturales a través de la denuncia. En ese sentido, su uso es incipiente, porque se requiere de estrategias y construcción de contenidos para ser más sistemática en cuanto a su impacto en la esfera social y política, con las consecuentes formas de organización que se mantengan en el tiempo y no solo bajo circunstancias específicas o álgidas.
2. Participación política y ciudadana, UCAB 2019: Fundamento metodológico
2.1. Se investigó el uso que los estudiantes de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB (Sede Montalbán), le otorgaban a las redes sociales para la participación política y ciudadana en el primer semestre del año 2019. Se encuestó un total de 95 estudiantes durante los meses de junio y julio, utilizando el método de muestreo no probabilístico por cuotas. Con preguntas de selección simple y en escala de Likert para describir el comportamiento acerca de los hábitos y usos hacia las redes sociales.
2.2. Para este estudio se utilizó un cuestionario de trece preguntas (doce cerradas y una abierta), en torno a estos aspectos: Edad y género; tiempo de uso de Internet, lugares de conexión, y frecuencia de conexión; dispositivos para conectarse a Internet; finalidad de uso de Internet; nivel de participación y activismo ciudadano a través de distintos medios; grupos de pertenencia sociopolítica; uso de las redes sociales para actividades de diversa índole sociopolítica; y asistencia a manifestaciones públicas convocadas por las redes sociales.
2.3. Las preguntas de este cuestionario se fundamentaron en las encuestas realizadas por Mendoza, D. (2017), Orellana, L. (2012) y Tahan, R. (2015). Para mayores detalles, los gráficos se presentan al final del trabajo.
3. Principales hallazgos de la encuesta: Respuestas de los estudiantes
3.1 Uso del celular y de las redes sociales
Se evidenció que el 83,2 % usa el celular como dispositivo primario para conectarse a Internet. Si bien el teléfono celular ofrece la posibilidad de una conexión móvil instantánea, los estudiantes también manifestaron que se conectan a Internet, mayormente en sus hogares (83,2 %).
Se conectan todos los días a Internet (100 %). Cabe resaltar que a pesar de las limitaciones tecnológicas en la prestación de este servicio y de los cortes de energía eléctrica en el ámbito nacional durante el año 2019, el 81,1 % expresó que permanecen más de dos horas conectados a Internet.
Usan siempre el correo electrónico (65,3 %), Chat (72,6 %) y las redes sociales (81,1 %), aspectos que se relacionan con la necesidad de mantenerse en contacto con los otros y de sociabilizar por otros medios.
3.2 Actividades a realizar en redes sociales
A veces juegan en la red (32,6 %); siempre miran videos en You-Tube (58,9 %) y siempre descargan música (54,7 %). Estas tres categorías expresan la importancia que tiene el ámbito lúdico para los jóvenes, cuyas edades oscilan entre 18 y 22 años. Un espacio que también está estrechamente relacionado con los ámbitos de la sociabilización, expresión y compartir contenidos con diversas personas o comunidades.
Casi siempre (43,2 %) usan la web en sus labores académicas. Casi siempre (29,5 %) realizan búsquedas avanzadas (por tipo de archivo, año de publicación, lugar), lo cual evidencia que existen habilidades y competencias para realizar búsquedas en Internet.
Casi siempre (44,2 %) utilizan tutoriales para aprender sobre un determinado tema y casi siempre realizan cursos en línea para aprender una materia (27,4 %). Como se puede observar, el interés de estos jóvenes se centra en obtener herramientas y aprender en comunidades académicas on line.
Activismo ciudadano
Sobre el uso de los medios para emitir denuncias o quejas sobre contenidos ilícitos, los encuestados son poco activos (34,7 %), también son poco activos (35,8 %) para realizar denuncias sobre informaciones no fiables en Internet. A pesar de ello, los encuestados son medianamente activos (42,1 %) participando en convocatorias a través de las redes, por ejemplo, en la solicitud de ayudas económicas para causas sociales (34,7 %).
El nivel de participación de los estudiantes en su activismo ciudadano presenta oscilaciones entre ser medianamente activo y nada activo. Cabe resaltar que en ninguna categoría los estudiantes manifestaron ser muy activos. Así que, su nivel de acción dentro de la vida ciudadana, supone formas menos comprometidas de participación y más sustentadas en acciones esporádicas.
Con respecto a la participación cívica, nuestros encuestados afirmaron que a veces se informan para participar-resolver los problemas de la comunidad (34,7 %); conversar o compartir información sobre asuntos de la comunidad (36,8 %); animar a otros a participar (40 %).
Donar o recaudar dinero para ONG se presenta como respuesta predominante: casi todo el tiempo (25,3 %) y a veces (26,3 %). En lo referente a firmar peticiones online de una ONG para resolver problemas comunitarios, la opción nunca (61 %) es predominante.
Participación política
Casi nunca (55,8 %) revisan diarios o revistas electrónicas, toda una paradoja siendo estudiantes de comunicación social, cuya carrera exige que sus cursantes estén informados sobre lo que acontece en los diversos ámbitos del quehacer social.
Son medianamente activos (28 %) y nada activos (28 %) en el envío de artículos o comentarios políticos a medios impresos, pero son medianamente activos (36,8 %) comentando artículos en publicaciones digitales culturales.
Casi todo el tiempo (29,5 %) y a veces (28,4 %) se informan para participar e influenciar los programas de gobierno. Compartir información sobre asuntos políticos a veces (40 %). Animar a participar en los programas de gobierno (25,3 %). Donar dinero para una organización o partido político nunca (45,3 %) y firmar peticiones online para un partido político nunca (61,1 %).
Las formas de participación cívica y política de los encuestados discurren a través del ítem a veces; es decir, los estudiantes se informan, conversan y animan a otros a participar, pero solo lo hacen en ciertas ocasiones. Es importante considerar nuestra propia cultura política y la forma cómo se gesta el ejercicio de la ciudadanía y la participación, ya que por más que Internet y las redes sociales se vislumbren como espacios para impulsar intercambios de ideas, debates, deliberaciones, encuentros con los otros, nuevos mecanismos para comunicarse, organizar, motivar a los ciudadanos y lograr procesos de movilización, eso no supone que en el contexto de nuestro país se esté realizado una participación cívica y política.
En síntesis, podemos destacar en esta investigación lo siguiente:
1. El tema de las redes sociales y su uso para la participación política y cívica en un país como el nuestro, supone comprender las limitaciones que provienen del propio Estado para participar en la vida sociopolítica del país, ya que se obstruye y criminaliza cualquier forma de acción social que disienta del poder que se ha instituido desde el Gobierno venezolano.
2. Se demostró en la encuesta, los estudiantes usan Internet con finalidades comunicativas y educativas, potenciando habilidades y desarrollando competencias tecnológicas. A pesar de las limitaciones tecnológicas que hay en materia de acceso a Internet, los estudiantes manifestaron conectarse todos los días (permanecen más de dos horas diarias conectados).
3. El nivel de participación de los encuestados y su activismo ciudadano a través de distintos medios, presenta oscilaciones entre ser medianamente activo y nada activo. En ninguna categoría los estudiantes manifestaron ser muy activos. Así que, su nivel de acción dentro de la vida social expresa un escaso compromiso ciudadano, y una participación poco sólida que permita establecer cambios a largo plazo.
4. Cuando se indaga en el uso de las redes sociales para la participación cívica y política, persiste la tendencia expresada en las preguntas anteriores: los estudiantes encuestados reportaron que a veces usan las redes para informarse, conversar y animar a los otros para participar en la esfera cívica y política. Estos aspectos no son suficientes para generar una nueva esfera del ejercicio de la ciudadanía y la participación política; con ello no negamos que haya algunas experiencias concretas, o la realización exitosa de campañas usando las redes sociales, pero aún falta un largo camino por recorrer para fortalecer, incentivar la participación e impulsar una cultura cívica para actuar en la vida política.