Víctor Quintana
SUMARIO
En este artículo el autor reflexiona, a partir de un conjunto de referencias actuales, acerca de cuál será el futuro del periodismo impreso y se adentra en la discusión sobre la redefinición que tiene que sufrir el actual periodismo a partir de las nuevas tecnologías. Cierra el texto con una muy personal referencia a cómo este lo atrapó como profesión de vida y nos narra su experiencia al enfrentarse a las TIC.
Los juglares vociferaban las noticias de cuanto acontecía a su alrededor. El cantar de la noticia pasó a la historia con la aparición de la memoria artificial en el siglo XV. El periodismo impreso ha cohabitado por más de cien años con el periodismo audiovisual –primero la radio y después la televisión–, sin que haya habido mayores disputas por captar la audiencia. Cada medio ha tenido sus ventajas y desventajas, y el perceptor ha tenido la oportunidad de inclinarse por el de su preferencia. La radio difunde la noticia de actualidad de forma inmediata. La TV hace lo propio ilustrando con imágenes de apoyo. El periodismo impreso –si hay interés en ello– la interpreta y explica con lujo de detalles para responder a las expectativas de los perceptores.
¿Capeará la “artillería del pensamiento” la muerte decretada por la noticia digital? ¡Es posible! Cada medio de comunicación –incluyendo al libro– tiene su espacio para satisfacer los gustos, necesidades de cada quien. Leer un libro y cerrarlo para retomarlo después es un encanto. Nadie olvida la placidez de embadurnarse de tinta los dedos de las manos al pasar las páginas del periódico. Pero en el negocio editorial no prevalece el romanticismo, sino el dinero, la audiencia, y sobre todo la publicidad que ahora es más evidente en Internet que en los periódicos. La lectoría decrece en estos últimos, mientras aumenta en los portales digitales.
El periodismo impreso, apasionante, de mucho riesgo y compromiso entiende el hecho noticioso priorizando, hasta donde es posible, el protagonismo de los personajes. Tanto así que sin él el mundo moderno sería casi imposible. En nuestro país, la versión impresa está reducida a la mínima expresión por la falta de insumos y la escasa libertad de expresión. Los periodistas han tenido que incursionar en los portales digitales, o reinventarse su propia forma de informar por Internet. Por mucho tiempo habrá duelo por el matutino o el vespertino pues leer un libro, un periódico, una revista cuando se antoje siempre es gratificante. No sé si ocurre lo mismo al hacerlo frente a la pantalla del computador.
Las reservas a la falta de rigor periodístico de la prensa, las habrá con mucha más razón en el periodismo digital. El periodista de guerra Arturo Pérez Reverte, en entrevista en CNN, dijo:
Las redes sociales están matando al periodismo. La gente cree que acceder al video del iraquí degollando al rehén es suficiente, y no es así; hace falta alguien que edite. La información en crudo no se vale.
El periodista digital chileno Arturo Catalán ya tiene lista el acta de defunción. Asegura que el periodismo impreso –periódicos y revistas– morirá en diez años. En los Estados Unidos el tiraje de impresos ha disminuido dramáticamente: 120 diarios norteamericanos, entre 2008 y 2009, han cerrado las puertas por “incosteables” y otros han caído en bancarrota, provocando el despido masivo de profesionales, y la desaparición de 52 mil empleos por la misma causa. Los lectores en las versiones electrónicas han aumentado un 40 % en tan solo seis meses; y, por vez primera en la historia, los anunciantes en Estados Unidos invirtieron más en publicidad por Internet que en los medios clásicos. “El mensaje es muy claro: renovarse o morir, tanto para los medios como para los periodistas, quienes en el futuro deben ejercer funciones multifuncionales”. (Catalán: 2010).
La renovación, según el experto, comienza desde la segmentación de la información, para categorizarla con públicos específicos, ampliar las redes sociales, establecer las modalidades de pago por los servicios de información, anuncios más inteligentes y un periodismo más personalizado; creación de salas de prensa digitales para que la audiencia interactúe directamente con los redactores y editores.
En consecuencia, el periodismo impreso estaría condenado a desaparecer porque nadie está dispuesto a invertir dinero sin tener la certeza de una rentabilidad y una tasa de retorno para recuperar el capital y conseguir dividendos que, al fin y al cabo, es lo que interesa a las empresas editoriales.
El rigor científico
La crítica, muchas veces implacable e injusta, permitió reconocer lo “absurdo” de formar a periodistas en cinco años en la universidad, para solo rellenar cuartillas de las páginas de un periódico. La falta de rigor científico –si es que la hay– es responsabilidad de la universidad, de las empresas editoriales y, en última instancia, de los periodistas. Los dueños de medios se quejan de la superficialidad de los conocimientos de los periodistas, pero se rehúsan a emplear el tiempo y recursos necesarios para lograr un periodismo profundo y de primera.
La universidad modificó los pénsums de estudios (Escuela de Comunicación Social UCV), para convertir al periodista en comunicador social, dotado con un amasijo de conocimientos necesarios, pero no suficientes para que la profesión adquiriera un statu científico que la equipare con otras áreas sociales del conocimiento. Ello entraña –a mi entender– la especialización en las áreas o fuentes que cubre el periodista (Economía, Política, Arte,
Música, Policial y Judicial, Parlamento, Cultura, entre otras). Se debe tener claro qué se escribe, por qué, para qué y para quién se escribe.
Los periodistas tienen su cuota de responsabilidad pues, salvo excepciones, muchas veces caen en la trampa de apartarse de la especificidad de la profesión, creyendo que el cúmulo de conocimientos dispersos que poseen los capacita para ejercer con idoneidad la profesión. El profesor Federico Álvarez, apunta:
Nunca he creído que fue un acierto convertir a las escuelas de Periodismo en escuelas de Comunicación Social. Ese cambio disminuyó la especificidad de la profesión periodística en las escuelas, llevó a la confusión y hasta la promiscuidad con otras profesiones diferentes, tales como la Publicidad y las Relaciones Públicas, y condujo a la creación de un nuevo ente –el comunicador social– que, con tan presuntuosa amplitud, carece de perfil definido. Una cosa es la Comunicación Social como área de trabajo y de reflexión susceptible de ser explorada por muchas disciplinas, otra muy distinta las profesiones concretas que se pueden cobijar bajo su techo. (1991:102)
La enseñanza universitaria de la profesión ha de circunscribirse no solo al dominio cabal de la gramática, al logro de la esteticidad y agudeza en el mensaje, sino también –como ya se ha apuntado– especializarse en una de las áreas específicas mencionadas. No se tiene porqué saber de todo, pues se termina sin saber nada de nada. La cultura general, como al común de la gente, interesa para tener una visión más amplia del mundo, pero ya eso es harina de otro costal.
El obrero de la noticia, a pesar de los detractores, siempre ha narrado y descrito la versión noticiosa con el rigor periodístico que le aproxima a la verdad. Pero la verdad verdadera es lo que sucedió. La verdad periodística, por más que se intente narrar con precisión, siempre será la recreación de lo que ocurrió. Nunca es aséptica ni neutral. Aun siguiendo estrictamente a la ética, la verdad periodística estará contaminada con la forma de ser y de reflexionar del recreador.
El periodismo es ciertamente un oficio, pero no un oficio cualquiera. Es una profesión con un componente instrumental y otro teórico que se aprenden en la universidad.
No es lo mismo, no se siente lo mismo, al escribir un reportaje, un artículo o una crónica que al ajustar la pieza de un motor o pegarle la suela a un zapato. Para el periodista, así le paguen por ello, su producción es y seguirá siendo su obra; en ella ha quedado algo de él indeleblemente. (Herrera, 1983: 14/15).
La conversión del periodista en comunicador social, para el momento en que estudiaba la carrera, me parecía un cambio precipitado, ambicioso, confuso y complicado. Tiempo más tarde reconocí la importancia de la interdisciplinariedad para abordar con idoneidad un fenómeno que afecta a la humanidad.
Así las cosas, el oficio de periodista vendría a ser parte de la Comunicación Social, al que habría que incorporar la especialización en las mencionadas fuentes periodísticas, para “responder a las necesidades del presente y futuro del país”, como apunta el profesor Díaz Solís. (Quintana 1991: 75).
La conjunción del periodismo con otras áreas del conocimiento, siguiendo a Bisbal (2008), permitiría “entender […] la esencia profesional de hacer partícipes a los demás de la propia realidad y existencia de los otros y del mundo, en definitiva de la vida” (Página 27).
Pero ese obrero de la noticia –con el compartí muchas veces en la fuente de sucesos– allá por los años 90, urgido en la búsqueda del hecho noticioso, no estaba al tanto de los nuevos medios, técnicas y paradigmas de las ciencias de la comunicación, ni de los que vendrían. El mirar y pensar estaban enfocados en la actualidad e inmediatez noticiosas. Sin embargo, había la obligación de estar al día y superarse a sí mismo, y responder las necesidades de la audiencia.
Las nuevas tecnologías y la sociedad del conocimiento se convirtieron en el mejor aliado del periodismo. Han permitido, entre otras cosas, que el periodismo de investigación haya descubierto los secretos bien guardados, que voluntariamente se han querido ocultar, como los “Panamá papers” o el caso Odebrecht, que han salpicado a altos funcionarios de gobiernos de América Latina.
Así llegué al periodismo
Por los años 70 me deslumbraba ver como Héctor Mujica volaba rellenando en unos cinco minutos las dos cuartillas de su artículo semanal. Era el tiempo que yo aguardaba para llevárselo al periódico. Para entonces no había logrado el título de bachiller, ni mucho menos pensaba ser periodista. El estruendoso y veloz teclear de Héctor sobre la Olympia me despertó la curiosidad de saber cómo hacía el Gallo rojo para plasmar tan rápido las ideas sobre el papel. Me di cuenta de que esa es una virtud que muy pocas personas suelen poseer. ¡Dejé de pensar en ello! Pero me quedó la espinita de cómo utilizar correctamente el lenguaje escrito, y comprendí que debía leer y escribir mucho, emulando a alguien reconocido y recurrir a la gramática. ¡No había otra forma!
Mi incursión en el periodismo, primero como estudiante, después como reportero de información general, fuentes de sociales y de sucesos en varios diarios de circulación nacional, y más tarde como profesor contratado de Periodismo Informativo I en la Escuela de Comunicación Social de la UCV, fue un camino de enseñanza-aprendizaje largo, arduo y hasta tortuoso, que enfrenté con paciencia y perseverancia.
En el tercer semestre de la carrera, un profesor me recriminó porque mis prácticas de Periodismo Informativo I carecían de un discurso directo, claro y preciso para atrapar al lector. El periodismo, según él, no era mi lugar. Una profesora, por el contrario, me alentó: “No te preocupes, tú no te estás formando para ser escritor sino para ser periodista; esos pequeños secretos técnicos de la carrera ya los aprenderás poco a poco, de manera gradual” (revista Comunicación N° 169:37).
Otro docente, en un taller de redacción de castellano, me dijo:
—Si no apuras el paso reprobarás la asignatura.
—¿Qué puedo hacer?, le contesté.
—Te sugiero –me respondió– que escribas dos prácticas por semana; una será evaluada y la otra no, porque el propósito es que te sueltes a escribir de manera fluida, sencilla, directa y comprensible.
Culminé la carrera, incluida la tesis de grado, en cinco años. Sin embargo, hasta el día de hoy –siguiendo a Ausubel– continúo aprendiendo, investigando, analizando, relacionando, asociando y reflexionando, para lograr un “aprendizaje significativo” en el periodismo y la comunicación. El profesor Federico Álvarez solía decir que “cuando uno se gradúa es cuando uno empieza a estudiar”; y es cierto. Pues, aun cuando parezca una herejía, la universidad no enseña a ser periodista, como tampoco enseña a ser abogado, ni a ser médico. Los tres profesionales egresan dotados de los conocimientos y las técnicas necesarias pero no suficientes para el ejercicio idóneo de la profesión. Los conocimientos y experiencias posteriores les convertirán en profesionales de mucha valía en el campo de trabajo. Entonces no debe presumirse que ya se sabe todo y apoltronarse en la zona de confort. El aprendizaje es continuo y permanente durante toda la vida.
Durante cuatro años hice periodismo institucional en la Gobernación del estado Miranda. Allí escribía los discursos del mandatario regional para las intervenciones públicas; de ellos surgían noticias que se enviaban, vía fax, a los medios impresos y radiales. Para la TV se hacía con videocasetes. Esta metodología, con apoyo de la máquina de escribir manual, era la utilizada en las ruedas de prensa, giras y temporadas vacacionales de carnaval y Semana Mayor. Fue una experiencia única en donde proyectaba la imagen de la institución, sin reflexionar ni criticar la gestión oficial, que es el rol del adversario. Si no se está de acuerdo, lo adecuado es renunciar al cargo. Durante una breve pasantía en la Academia de Ciencias Físicas Naturales y Matemáticas (Acfiman), interactuando con algunos académicos me quedó claro que el hallazgo científico existe si es publicado.
El periodista: ¿nace o se hace?
Yo no nací periodista, ni me pasó por la mente convertirme en tal. El yo y mis circunstancias, de Ortega y Gasset, contrariando la opinión de un profesor, me trajo a la profesión. Nadie, reconviniendo a Aristóteles, nace para servir o para mandar. El periodismo –hasta donde se sabe– no viene en los genes. La conducta humana madura por la interacción social y por la influencia del medio ambiente.
A mí me parece que el periodista se hace (o se hacía porque ya no es así) gastando suela de zapatos yendo a la caza acuciosa de la noticia, o el dato concreto, para construir la noticia de manera justa y equilibrada, que debe monitorear porque la audiencia aguarda una explicación más amplia y detallada de lo que pasó el día anterior. Pero esta forma de hacerse el periodista ya no se vale. No es solo el dominio instrumental, sino también –y quizás más importante– el componente teórico que le permita identificar con imaginación y creatividad “dónde está el hacer, dónde hacerlo y como hacerlo”. (Bisbal: Ibid: pag. 27). Pero estas inquietudes también podría aclararlas el periodismo interpretativo (¿?), paradigma que analiza, reflexiona y relaciona el todo con sus partes para establecer las causas y consecuencias de un fenómeno que afecta al hombre en un espacio y tiempo determinados.
Todavía los estudiosos del periodismo y de la comunicación continúan a la búsqueda de las características que definen e identifican la profesión y al periodista. Para algunos es intelectual, literato o escritor. Para otros la profesión está por debajo de las que se basan en el rigor científico. En mis tiempos de ejercicio, al reportero lo definían el lápiz, la libreta de apuntes y un micro grabador al que se le atascaba la cinta. El de TV se distinguía por el micrófono en mano y su protagonismo en cámara. Todo ello –como se ha dicho– ha sido molido por el trapiche de la historia.
Evolución del periodismo desde mi perspectiva
En la década de los años 90 empezó a cobrar fuerza la innovación tecnológica en el país y, particularmente, en el periodismo y la comunicación social. Buena parte de los periódicos capitalinos (alguno que otro del interior del país) la adoptaron como una dinámica tecnológica de los nuevos tiempos, para sacar provecho a la industria editorial. No fue nada fácil. La inversión económica que había que hacer y la asunción de algo que para muchos era desconocido generaron mucho rechazo.
Muchos fueron los argumentos esgrimidos, en aquel tiempo, por profesores, alumnos y empleados de la Escuela de Comunicación Social de la UCV contra las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Se afirmaba, entre otras cosas, que la tecnología no era la panacea para resolver con eficacia, eficiencia el trabajo periodístico. Mientras en las redacciones de algunos periódicos ya había desaparecido el peculiar sonido que producía el teclear de las máquinas de escribir, en la Escuela continuaban aferrados a la vieja Remington, Olympia u Olivetti, por costumbre, por tozudez o, simplemente, porque el peculiar sonido del teclear afloraba rápido las ideas para plasmarlas en la cuartilla. Allí me encontraba yo, que miraba para otro lado cuando me topaba con un ordenador.
Pero ninguna tecnología, por muy sofisticada que sea, saca de apuros mágicamente al periodista cuando está haciendo el trabajo. Masterman (1993), afirma que la tecnología facilita la información, pero crear conocimiento implica tener capacidad crítica y novedosa, para conseguir un trabajo significativo y trascendente.
La computadora es solo fuente de datos e información. Pasquali (1980), apunta que “[…] la comunicación social sólo es posible entre personas, con las máquinas no se comparte porque no piensan”. Mientras la información se reduce a datos para minimizar la incertidumbre, la comunicación es proceso emisor-canal-efecto-receptor en el que se intercambian roles y se construye la realidad.
La gente de la vieja guardia de la escuela (Héctor Mujica, Federico Álvarez, Jesús Rosas Marcano, entre otros) no veía con buenos ojos las nuevas tecnologías. No las necesitaban para la labor periodística, ni para la pedagógica. Héctor Mujica –cuenta el poeta Rosas Marcano– tenía el récord de cubrir y redactar unas veinte noticias cada día para el periódico. Volaba –como ya se dijo– rellenando la cuartilla sin cometer ni un error de imprenta, ni mucho menos una falla de redacción.
Federico Álvarez, el “maestro”, como le llamaba Ramón J. Velásquez, se despidió de esta vida, hasta donde se sabe, aferrado a su Olympia, sin adoptar el ordenador; y, sin embargo, dejó un legado periodístico significativo y trascendente a las nuevas generaciones.
Rosas Marcano, cuya poesía hizo canción Un solo pueblo, solía echar mano del tipex, tijera y tirro para corregir o agregar otra idea en el contenido del texto. Sus alumnos, entre ellos yo, hacían lo propio, y los resultados del trabajo asignado eran excelentes.
Marcelino Bisbal, profesor universitario e investigador de la comunicación, hizo bastantes rodeos para adoptar el computador y mandar al museo familiar su vieja maquinita de escribir que le acompañaba a todas partes, y con la que, a no dudar, escribió Nicaragua un caso de agresión informativa.
Durante mis estudios de maestría en la UCAB tuve que rendir un examen a través de power point, era la condición sine qua non para aprobar la asignatura. Desde entonces dejé el temor a la tecnología y me di cuenta de que la computadora era una herramienta indispensable en el trabajo periodístico; pero la actitud crítica, originalidad y creatividad son de exclusiva competencia del periodista.
Una buena entrevista –por ejemplo– se caracteriza, no porque el entrevistado cuenta cosas, sino por la confirmación que se indaga sobre el personaje. La atmósfera del lugar donde vive. Gustos, achaques, preferencias. Obra lograda. Las personas, mascotas que le acompañan. Ello permite presentar algo diferente, desconocido del entrevistado que sea atractivo e interesante para el perceptor.
¿Entrevistó Gabriel García Márquez al Libertador? Nunca. ¿Recurrió a la tecnología para escribir El general en su laberinto? ¿Quién sabe? Sin embargo, la obra es un manjar que el lector traga rápido y queda con ganas. Truman Capote no utilizó la tecnología actual para escribir A sangre fría. Pero llama la atención lo prolijo de la documentación recabada y el cúmulo de testimonios recogidos sobre las víctimas, para reconstruir un crimen que retrata nítidamente el horror espeluznante que sufrieron ellas antes de ser ejecutadas, cuya premeditación y cálculo minimizaron el riesgo para los homicidas.
Ramón J. Velásquez y Juan Vicente Gómez nunca interactuaron. Pero el historiador en Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez, describe magistralmente la obra y psicología de este: hombre zamarro, de voz queda y ladina que aterrorizaba al enemigo. Da cuenta de las costumbres y quehacer político de la Venezuela rural “del Bagre”, cuyos ministros, gobernadores y jefes civiles, eran caporales, mayordomos y capataces que le suministraban información confidencial de los que desobedecían las órdenes o desaprobaban las decisiones del caudillo.
El tiempo, fronteras y distancia ahora no son un obstáculo. El límite es la tenacidad y paciencia cuando se está frente a la computadora acopiando datos y conocimientos para construir la información. El “tubazo” noticioso es historia. El periodista ya no tiene el privilegio de presenciar la noticia en pleno desarrollo. Alguien, mediante un teléfono inteligente, puede captar en tiempo real el desplome de un edificio o el incuantificable número de víctimas causado por un desastre natural. Pero cuidado: no cualquiera puede abordar profesionalmente una noticia, señalando las causas e infiriendo las posibles consecuencias. Ese es el trabajo del periodista especializado, que contrasta la versión de los testigos y partes involucradas, y llega a conclusiones.
Para los portales digitales es irrelevante el codiciado “tubazo” noticioso. ¿Lo es también para el culto a la actualidad e inmediatez? ¡No lo sé! Pero da la impresión de que lo que importa es descubrir las pruebas contundentes e irrefutables del crimen organizado, el terrorismo, el tráfico y consumo de drogas, y la corrupción de los entes públicos y privados. Ello implica emplear mucho tiempo y disponer de suficientes recursos económicos. Tal es el caso de los Panamá Papers iniciado a finales de 2014. (Wikipedia. Enciclopedia libre) u Odebrecht, uno de los hechos de corrupción más emblemáticos ocurridos en América Latina, cuyas coimas en dinero y sobornos salpicó a altos funcionarios de gobiernos del mundo que, durante los últimos veinte años, hicieron contrataciones públicas generando beneficios a la mencionada empresa. (Wikipedia. La enciclopedia libre).
Referencias
PÉREZ R, Arturo (2019): “Al periodismo lo están matando”. En: entrevista con Marcelo Longobardi por el canal CNN. Disponible enhttps://edition.cnn.com/videos/spanish/2019/04/27/argentina-espana-arturo-perez-reverte-redes-sociales-periodismo-matando-dialogo-longobardi.cnn (Extraído el 107/2021)
CATALÁN, Arturo (2010): Desaparecerán los medios en 10 años. México: Universidad de Guadalajara. Red Universitaria de Jalisco,. Disponible en https://udg.mx/es/noticia/desapareceran-los-medios-impresos-en-10-anos (Extraído el 8/7/2021).
ÁLVAREZ, Federico (1991): “De la Escuela de Periodismo a la de Comunicación”. En: texto colectivo 45 años de itinerario comunicacional. Caracas: Editado por la Escuela de Comunicación Social de la UCV y la Fundación Carlos Eduardo Frías.
HERRERA, Earle (1983): El reportaje, el ensayo. De un género a otro. Equinoccio, editorial de la Universidad Simón Bolívar.
DÍAZ SOLÍS, Gustavo: “El periodismo debe responder a las necesidades del presente y futuro del país”. En: 45 años de itinerario comunicacional. Caracas: Editado por la Escuela de Comunicación Social, UCV y Fundación Carlos Eduardo Frías.
BISBAL, Marcelino y AGUIRRE, J. M. (2008): “La nueva escena y el comunicador social”. En: Entre periodismo y comunicación. Imágenes, parábolas, producción de realidades y algo más. Editorial de la UCAB.
QUINTANA, Víctor (2015): “Olga Dragnic: ser especial en el trato a unos, ejemplo de vida a otros”. En: Comunicación, La política en serio, N° 169. Estudios venezolanos de comunicación. Caracas-Venezuela: Centro Gumilla.
MASTERMAN, Len (1993): La enseñanza de los medios de comunicación social. Madrid: Ediciones de la Torre.
PASQUALI, Antonio (1980): Comunicación y cultura de masas. Monte Ávila Latinoamericana, C.A.
Wikipedia. Enciclopedia libre. “Panamá Papers”. Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Panama_Papers (Extraído el 5/7/2021).
Wikipedia. Enciclopedia libre. “Caso Odebrecht”. Disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Odebrecht (Extraído el 5/7/2021).
Víctor Quintana
Licenciado en Comunicación Social por la Universidad Central de Venezuela (UCV). Trabajó como periodista en el diario El Universal. Trabajó también como periodista regional en la ciudad de Los Teques-estado Miranda.