Rafael Tomás Caldera
El martes 2 de abril de este año, en el auditorio Guido Arnal del campus de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) de Montalbán, el doctor en Filosofía, académico e investigador venezolano Rafael Tomás Caldera dictó la lección inaugural para los posgrados en Filosofía de la UCAB. Su conferencia lleva por título La Filosofía en la nueva era tecnológica. Aquí ofrecemos su disertación cuyo planteamiento central es “… que la humanidad se encuentra en los inicios de un nuevo periodo, en el que la experiencia primaria de lo real es sustituida por una realidad segunda”. Y plantea esta idea porque estas tecnologías, ya no tan nuevas, “… han provocado un cambio radical en la estructura sobre la cual se apoya la vida cotidiana”.
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De diversos modos se nos anuncia que hemos entrado en una nueva era, cuyos rasgos dominantes, y su posible amplitud, no acabamos de vislumbrar. Todo comenzó, podemos decir, con la aparición de Internet y la World Wide Web, hacia los años noventa del siglo pasado. Sin duda, muchos elementos prepararon este surgimiento, con lo cual habríamos de anticipar las fechas de inicio –¿no ocurre casi siempre así en historia?– pero puede tomarse como referencia inequívoca la constitución de la Red.
En efecto, con ella se inicia un periodo nuevo en la historia humana en la medida en que ha provocado un cambio radical en la estructura sobre la cual se apoya la vida cotidiana. No solo ha podido hablarse con propiedad de “países que funcionan sobre Internet”, sino que ya hace tiempo hemos asistido a ciberataques en gran escala, que han paralizado por días enteros la vida de una nación. Así le ocurrió a Estonia, castigada por hackers rusos, que lograron afectar los múltiples servicios informatizados de ese país. Pero no es necesario abundar en ello. Solo lo mencionamos para subrayar cómo, en verdad, ha cambiado –y sigue en proceso de cambio, hacia nuevos ambientes– la infraestructura de la actividad humana.
Entre lo mucho que se ha señalado como efecto de este cambio se encuentran dos que merecen particular mención. Ellos son, primero, la instauración de una especial simultaneidad e inmediatez –abolición del espacio y el tiempo, dicen algunos–, que modifica las relaciones humanas. Aparte del mayor y más frecuente contacto con parientes y amigos, residenciados en diversos lugares, asistimos en tiempo real a los acontecimientos más disímiles, que ocurren en cualquier rincón del planeta, con su efecto sobre nuestra conciencia y nuestra afectividad. Ante eso, ¿cómo reaccionamos? Nos llega la noticia de la injusta detención de una persona; con ella, la de una catástrofe aérea, inundaciones en una remota localidad, un terremoto, el inicio de una guerra. Por el cúmulo de lo que recibimos y lo fugaz de la comunicación, aquello termina siendo radicalmente impersonal. Lejos de mover nuestro corazón, como sería necesario, nos lleva a una suerte de escepticismo superficial. También en este sentido, damos la razón al poeta: human kind cannot bear very much reality –la raza humana no puede sobrellevar demasiada realidad. [Continúa leyendo…]
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