Hablemos de ellos y nosotros, de nuestra revista en el reflejo, de la silueta propia en el papel, en el sueño efímero digital.
No son muchas las fórmulas para presentar un número de la revista Comunicación desde la madurez, sencillez, intelectualidad, orgullo y a la par humildad de los miembros de su Consejo Fundacional, algunos de ellos aún acá, luego de cincuenta años de creada su publicación, aún con efluvios de sangre hirviente, pasión y letra de valientes entre dedos y teclado.
Los óleos nos asaltan con el lienzo aún desnudo. No hemos querido en esta presentación hablar de un sin fin de vivencias acumuladas entre sus directores de antaño, los padres José Ignacio Rey, Jesús María Aguirre, los investigadores y periodistas César Miguel Rondón, Carlos Correa, Andrés Cañizález, su director actual y también fundador, Marcelino Bisbal, todos ellos a quienes agradecemos décadas de dedicación por mantener con vida, ad honorem, un ejemplo de persistencia sin distingo ante cualquier tipo de límites y adversidades.
Queremos presentar este número, llamado AUTORRETRATO, pintándole a los lectores una semblanza herida de nostalgias y palabras al vuelo. Dejamos colar la pluma de seres universales que les hablaron –nos hablan– en las líneas del retrato en el espejo.
«Tú eres alma que dice su armonía solitaria a las almas pasajeras y siempre que te escucha el caminante sueña escuchar un aire de su tierra», podría anacrónicamente ser la mirada de Antonio Machado, como si la revista Comunicación fuera una «Guitarra del Mesón». También de España nos resonarían como venezolanas las palabras de Miguel Hernández. «Para la libertad, sangro, lucho, pervivo/Para la libertad, mis ojos y mis manos/Como un árbol carnal, generoso y cautivo/Doy a los cirujanos». Una revista que recordaría las palabras del venezolano Fernando Paz Castillo cuando escribió: «Yo que he visto/tanto dolor y odio/del hombre contra el hombre,/por ideas profundas/o por simples palabras.» Una publicación que pudo rememorar frases de poetas, surgidas ante el oficio de censores, tales como una de Francisco Pimentel, «Job Pim»: «No acabarás con todos; somos muchos/con cerebro y con alma».
Un grupo de pensadores que habría podido decir, luego de medio siglo de esfuerzo, lo que una vez plasmó el poeta Rafael Cadenas, «Que cada palabra lleve lo que dice./Que sea como el temblor que la sostiene./Que se mantenga como un latido.» Así han sido las reuniones, los episodios, las compilaciones de una pluralidad de voces, que resuenan y siguen disfrutando el disentir juntos, esperanzados en la derrota continua de apoyar el correcto comunicar, la racionalidad y tantas otras experiencias argumentadas.
Son palabras que nos marcan esas líneas del retrato, que juegan con heredar palabras a las nuevas generaciones de los miembros de esta publicación del Centro Gumilla, cuya historia comienza y continúa, como siempre, en la inspiración de traer conocimiento, de no acostumbrarse a lo mismo y querer cambiar algo, mejorar algo, propiciar algo en el ámbito de la comunicación.
Acá una ruta de dejarnos llevar un poco por la poesía que recordamos, que recuerdan ellos y nosotros en el oficio de vernos en ese autorretrato. Una leve imagen que se mueve en la laguna, en el pozo que rememorarán los que vendrán a sucedernos en esta suerte de publicación científica cargada de arte y temas coyunturales.
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