Patricio Fernández
Sumario
El robo de los votos en Venezuela es simplemente una vergüenza inaceptable, una crueldad, un acto de desprecio e impiedad. Hay que ayudar a los venezolanos a recuperar la democracia y el derecho a decidir su propio destino. Las izquierdas del mundo tienen aquí una deuda y una responsabilidad inmensa, en la que se juega su prestigio y porvenir.
Lo que está sucediendo en Venezuela, le impone un reto ineludible a las izquierdas de la región si acaso aspiran a ser confiables y deseables. Así como las derechas en América Latina cargan con un pasado de apoyo a dictaduras militares que instalaron regímenes de terror, las izquierdas arrastran una historia de promesas revolucionarias devenidas en mafias corruptas, personalistas y empobrecedoras. Las dictaduras de derecha fueron más criminales, las de izquierda más totalitarias. Ambas han justificado sus fechorías aduciendo la existencia de un enemigo. El culpable siempre es otro: la amenaza marxista, el imperialismo, la casta o el capital. Las primeras terminaron con la Guerra Fría, las otras han seguido un camino de descomposición creciente. Del mismo modo en que se le exige a la derecha reconocer y condenar las violaciones a los derechos humanos de los gobiernos militares que apoyaron para reconocerles nuevas credenciales democráticas, si las fuerzas de izquierda no encabezan la condena al fraude de Nicolás Maduro y su gobierno abyecto, difícilmente conseguirán la legitimidad necesaria para denunciar y llamar a corregir esos otros abusos que abundan en nuestro continente, el más desigual y violento del mundo.
En Chile, el proceso eleccionario de Venezuela se está viviendo con la intensidad de una disputa interna. Miles de migrantes venezolanos (que en Chile ya se estiman por los 800.000) se han manifestado en las calles, los programas políticos lo debaten con pasión y el asunto brota cada vez que se habla de seguridad, el principal tema de preocupación nacional. [Continua leyendo…]
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