[…] Ya que todo se mueve, repitámoslo tantas veces que logremos retenerlo;
ya que todo cambia, fijémoslo una y otra vez hasta que lo olvidemos.
[…] Lo que permanece no son los objetos, sino la acción.
El espacio remite al tiempo.
Teresa Lanceta Aragonés, 2007
La historia del arte venezolano de mediados del siglo XX, y la de ahora, en este 2025, se encuentran en una palabra que remarca la importancia de un modo de hacer determinante de nuestra particular manera de representarnos ante el mundo: cinetismo. Pero ¿qué une al cinetismo pasado con este cinetismo que ahora se nos presenta?.
Antes de argumentar el hilo que nos conduce de aquel cinetismo a este otro, consideremos que la definición de lo cinético –pasado o nuevo– se encuentra en la importancia de conocer, manejar y expresar el movimiento, sea real o apariencial.
Su más simplificada definición se encuentra en el movimiento por el movimiento unido a la preponderancia de sus elementos formales; pero su complejidad, al contrario, escapa de lo formal, pues el movimiento se expresa como transformación del espacio-tiempo.
Este último, como el lugar experiencial en el que nos encontramos con ese objeto realizado, intencionadamente, para atrapar la esencia de las vicisitudes que encierran una espiritualidad activa y contemplativa, capaz de emerger desde lo inconmensurable que caracteriza la obra de los artistas que, como Elias Crespin (1965), reflexionan y actúan en este modo de hacer específicamente venezolano.
Para comprender esto es necesario tender puentes entre el anterior cinetismo y el que ahora se nos presenta. Este que nos impele a hablar y a devolver nuestra mirada a lo cinético de mediados del siglo XX en Venezuela, a revisar de nuevo sus postulados y conducirnos, inevitablemente, a una visión nostálgica de aquel país.
Un país que soñó hasta la década de los ochenta con los Penetrables de Jesús Soto, con los juegos ópticos cromáticos de Carlos Cruz-Diez o con los Solar de Alejandro Otero. Venezuela se mostró en aquel momento bajo la óptica de la desmaterialización y rematerialización cinética, colectiva, urbana y participativa, de la que se esperaba una construcción de la realidad en común.
El cinetismo, pasado, buscaba acercarnos a una suerte de metáforas de realidad, centradas en la necesaria experimentación del espacio-tiempo que nos atrapa en el movimiento en el que, como escribiría Gaston Bachelard: “[…] Solo en el dominio estético podremos encontrar valores sintéticos comparables a los símbolos matemáticos. ¿Qué poeta nos dará metáforas de este nuevo lenguaje? ¿Cómo llegaremos a imaginar la sensación de lo temporal con lo espacial? ¿Qué visión suprema sobre la armonía nos permitirá coordinar la repetición en el tiempo con la simetría del espacio?”. [Continúa leyendo…]
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