León Hernández
SUMARIO
La comunicación es connatural a la democracia. Esta no puede existir si no hay libertad de comunicación, que a su vez implica la existencia de una verdadera libertad de expresión. Cuando se limitan grados importantes de esa libertad de comunicación se pierde democracia. El presente ensayo nos expone los valores que hay que tener presentes en toda praxis comunicacional para que tengamos una verdadera y real democracia. De igual manera, nos ofrece algunas pistas para la formación de nuevos comunicadores profesionales aptos para comunicar para la democracia.
La libertad de comunicación, que va más allá de la libertad de expresión por incluir no solo el acto de emitir sino también de recibir mensajes, es pilar fundamental de todo sistema político democrático, pues permite la libre circulación de ideas y faculta a los ciudadanos a tomar decisiones sobre la base de hechos y opiniones difundidas en torno a la sociedad que lo circunda.
Se le considera un derecho humano inherente en la doctrina, claramente establecida en documentos como la Declaración de los Derechos Humanos, artículo 19; el Pacto de San José y en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. En Venezuela, aparece en la Constitución Nacional, que por cierto también, en su artículo 58, indica que la comunicación debe ser plural.
Pero en el terreno empírico son más numerosas las experiencias políticas, al menos en Latinoamérica, de élites gubernamentales que han abusado de su poder, para socavar las bases de la libertad de comunicación, en pro de seguir un guion político aplicado por diversas tiranías como las de Hitler, Stalin, Gadafi, Hussein, Franco, Mussolini: silencio para gobernar por más tiempo. La poca perspectiva democrática de estos regímenes tiene mucho que ver con las mordazas y sus estilos para garantizar creencias que manipulen a la población.
Venezuela, al igual que Cuba y Nicaragua, cuenta ya con experiencias dictatoriales de diverso origen ideológico: Juan Vicente Gómez, Marcos Pérez Jiménez, Hugo Chávez, Nicolás Maduro. Entre las vías para acallar a la disidencia de denominador común hay un largo perímetro de acciones contra los medios, periodistas y ciudadanos, que incluyen el pecado más grande contra la crítica: certera persecución al que expresa opiniones contrarias. Mucha censura y aplastamiento del opuesto han dado como resultado pérdida de democracia, poder alargado, sin alternabilidad posible.
También existen episodios que han sido cuestionados sobre el papel antidemocrático, radical de los medios en ciertos momentos históricos de los pueblos latinoamericanos. El caso venezolano aún despierta debates en distintas esferas del saber, entre científicos sociales que, a punta de análisis de contenido y de discurso, señalan la antipolítica como parte del deterioro social previo al advenimiento del chavismo. Otros han visto en décadas previas el manejo interesado, de cariz ideológico, de prácticas de la democracia puntofijista, también hubo una corriente de investigación sobre la polarización de los medios durante las últimas décadas.
El debate sobre quién fue primero, si el descontento o la crítica mediática, continúa, sin claro ganador. También sobre el activismo del comunicador en momentos de crisis política. Posturas contrarias respecto al papel del comunicador se mantienen hoy día, por lo cercano y dilemático del asunto concerniente a su rol de mediador vs. al de protagonista y antagonista de la debacle democrática misma.
Las lecciones antidemocráticas en materia comunicacional han tenido practicantes y nuevos experimentos en las últimas décadas: aparte de los venezolanos previamente mencionados, Jair Bolsonaro, Nayib Bukele, Daniel Ortega, Miguel Díaz Canel, solo por citar algunos. Lo vemos reflejado en los resultados del Índice Chapultepec de 2020, instrumento que mide la acción institucional en materia de libertad de expresión, barómetro desarrollado por una alianza entre la Sociedad Interamericana de Prensa y la Universidad Católica Andrés Bello. No salieron bien. Hay matices, claro, y en el último puesto en el cumplimiento del papel de las instituciones como garantes de las libertades de expresión y de prensa, quedó, precisamente, Venezuela.
¿Cómo es el comunicador que queremos formar? Se aspiraría, al menos, uno que, además de las distintas capacidades ya comúnmente previstas, esté apto para comunicar para la democracia.
Valores democráticos y de cómo hacerlos presentes en la praxis comunicacional
Las críticas y aportes de los comunicadores para la construcción social de presentes y venideras instituciones deben tener un instrumental asociado para operar dentro de cánones democráticos, el arte, la ciencia y el oficio de comunicar. ¿Hemos formado a los comunicadores para el pluralismo en las comunicaciones de la sociedad?
Comunicar para la democracia, desde ella y hacia ella, disponiendo de métodos que garanticen una conformación de opinión pública basada en el pluralismo –el respeto a la otredad– y en la convivencia bajo límites del derecho de las minorías y el acatamiento de las normas democráticas del debate público, parece no haber sido tomado en cuenta en los contenidos que se brindan.
La pugnacidad ideológica entre funcionalistas y críticos, con una gran escala de grises entre choques positivistas, marxistas, capitalistas, corporativistas, etcétera, tendría que incluir, en aras de una lección social extraordinaria con una Venezuela con experimentos autocráticos de diverso talante político, un aprendizaje formal, transferible.
El respeto a los valores democráticos, desde lo comunicacional, desde la colocación de los tiempos y fuentes en la realización de las noticias, desde la consolidación de las distintas voces en los contenidos, en el apego honesto y preciso de los datos, debe tomar en cuenta más allá de lo estratégico de turno, un proceder de acuerdo con respeto a las condiciones que permitan la libre circulación de ideas, la libertad de expresión, la inclusión de la diversidad y la universalidad en la recepción y producción de los mensajes.
Criterios teóricos y técnicos para una comunicación democrática
Preparar a los nuevos comunicadores sociales que deberán afrontar también decisiones de política comunicacional en el futuro, debe incluir facultarlos de criterios sobre las acciones democráticas posibles en materia comunicacional, de las acciones institucionales que deben ir acompañadas de preparación para afrontar las necesidades de la sociedad.
Un licenciado en Comunicación Social tendría que tomar en consideración métodos, contenidos y filosofía propia de este sistema político, no solo desde las nociones de su origen, sino de las características mismas que debería tener una comunicación para la democracia.
Debe tener como recurso la capacidad de que los comunicadores sociales del mañana estén preparados en el fomento y ejercicio de una comunicación para la democracia, y más allá, de una comunicación que envíe claras señales modeladoras de un sistema más pluralista, respetuoso de las minorías y de contraloría de los poderes del Estado, esto se hace imperioso.
Debe entender de servicios públicos de radio y televisión. Uno independiente, desde el patrocinio del Estado, pero no gobiernero, esto es, no propagandista del gobierno de turno, como en una ocasión lo aspiró Antonio Pasquali con Ratelve, hace casi cincuenta años, propuesta que ha sido excluida.
Comunicación que promueva prácticas democráticas
Por eso, en este texto se propone que las escuelas de Comunicación Social en el país abran una necesaria cátedra de Comunicación para la Democracia. Que promueva tolerancia y pluralidad, conociendo las reglas de la producción de medios para iniciativas comunicacionales propias de democracias.
No basta con un análisis teórico de Comunicación Política, que recoja parámetros asociados a la comunicación dirigida hacia tendencias ideológicas. Hace falta promover contenidos tendentes a establecer prácticas, investigaciones y desarrollos discursivos asociados a valores democráticos y a la consecución de mejores métodos para la defensa de una comunicación propia de este sistema político.
Se enseña ética, deontología periodística. Se capacita al estudiante en producción de contenidos para medios, en diversos géneros informativos, publicitarios y corporativos. Se les enseña técnicas, criterios de realización en cine, radio y televisión. Se les capacita para la comunicación multimedia, el desarrollo de metodologías de investigación y la consecución de las metas incluyen materias de diversas taxonomías. ¿Pero se le prepara para la formulación en políticas públicas para la democracia?
Que sea electiva
Una materia electiva que se denomine Comunicación para la Democracia se propone con el propósito de abordar las funciones de la Comunicación Social en el mantenimiento de valores ciudadanos tendentes a estimular la conservación, rescate o mejoramiento de su democracia: visualización de la pluralidad de tendencias y desarrollo de la tolerancia, interpretación prodemocrática de procesos políticos, credibilidad gracias al apego y contraste de fuentes, tratamiento informativo a favor del restablecimiento de libertades democráticas en momentos de crisis políticas transicionales, verificación y desmontaje de laboratorios de desinformación, entre otros.
Por medio de clases magistrales, prácticas y recomendación de lecturas, los estudiantes estarán en la capacidad de discernir sobre el manejo de fuentes informativas, percibir el correcto tratamiento comunicacional de fenómenos políticos en momentos de regímenes transicionales, reconocer fake news y contrarrestarlas a través de la verificación periodística de contenidos falseados, y la promoción de una política de credibilidad en las comunicaciones.
El alumno adquirirá fortalezas conceptuales que le permitan enfocar el uso de su profesión, en momentos de transición política.
Para ello, se plantea una serie de contenidos en los que la interpretación de los hechos y el abordaje comunicacional es clave, contrastando con estudio de casos nacionales e internacionales. La materia está planificada para un total de dieciséis horas académicas, con cuatro horas de práctica.
Contenidos
· Relación Comunicación-Democracia
Libertad de comunicación como requisito para la libertad del pensamiento, fundamentos de la comunicación en sistemas democráticos. Valores en la comunicación.
· Comunicación en crisis transicionales hacia la democratización
Revisión de antecedentes mundiales en materia de comunicación social, en momentos de transición política hacia la democratización. Casos: Chile, Indonesia, España, Brasil, Argentina.
· Comunicación en democracia en Venezuela.
Personajes clave del siglo XX, bipartidismo, la antipolítica y sus protagonistas intelectuales.
· La censura y la máquina de propaganda
Transformaciones comunicacionales de los últimos veinte años en Venezuela y sus repercusiones.
· Desinformación y fake news
Concepto, el fenómeno en el mundo, características locales, efectos nocivos, manejo de la reputación comunicacional, manejo de fuentes, importancia de la credibilidad.
· Servicio Público de Radio y Televisión
Concepto, características, el modelo informativo de la BBC, CSPAN, PBS; revisión del proyecto Ratelve. Adaptaciones actuales ante nuevas tecnologías.
León Hernández
Licenciado en Comunicación Social, magíster en Comunicación Organizacional, doctorando en Historia, Universidad Católica Andrés Bello. Profesor-investigador del Centro de Investigación de la Comunicación (CIC-UCAB). Miembro del Consejo Editorial de la revista Comunicación.