Investigador docente del Centro de Investigación de la Comunicación de la Universidad Católica Andrés Bello, profesor de Deontología Periodística y Producción de Contenidos para Medios en la Escuela de Comunicación Social de la misma casa de estudios. Miembro de la cohorte 2016 del programa Next Generation Leaders, del McCain Institute de la Universidad de Arizona. Coordinador del Observatorio Venezolano de Fake News, miembro del Consejo Editorial de la revista Comunicación, coordinador del Índice Chapultepec de Libertad de Expresión y de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa.
Partamos desde el inicio de este relato, haciendo mención a referencias personales. Si de influencias de autores hablamos, en lo relacionado con el pensamiento en torno a lo comunicacional por parte de quien suscribe, mencionaría La incomunicación, de Carlos Castilla del Pino; El mago de la cara de vidrio, de Eduardo Liendo; el proyecto Ratelve, liderado por Antonio Pasquali; y la columna de José Ignacio Cabrujas, El país según Cabrujas, sobre la cual realicé mi tesis de licenciatura y un libro que rondó mi curiosidad en tiempos de bachillerato, llamado La ideología como mensaje y masaje, de Jesús María Aguirre y Marcelino Bisbal.
Después vino El orden reina, una compilación de textos de Antonio Pasquali, en mis primeros años de estudiante en la UCAB. Marcaron algunas ideas sobre lo crítico, sobre el impacto de los medios. Por un lapso mayor a quince años, durante los cuales ejercí activamente el periodismo, aquellos nombres quedaron a un lado.
La vida me encontraría con algunos de esos personajes. No lo imaginé, siquiera. “De vez en cuando la vida (…) Se hace de nuestra medida, toma nuestro paso, y saca un conejo de la vieja chistera, y uno es feliz como un niño, cuando sale de la escuela”, diría Joan Manuel Serrat. Así más o menos ocurrió.
En 2016, fue cuando comencé a escribir para ella. Allí, fue cuando realmente la conocí por dentro, de la mano de profesores que investigaban y escribían para esta publicación. Me dieron clases en la Licenciatura y en la Maestría, quienes serían luego mis amigos en esas andanzas. Hablo de mis maestros, los intelectuales Jesús María Aguirre, Andrés Cañizález, Marcelino Bisbal, entre otros.
Pero hablemos de un antecedente antes de que un servidor escribiera para la revista. Había pasado años haciendo la maestría en Comunicación Organizacional. Una vez cerrada RCTV, el tema de mi tesis de maestría, sencillamente, se hizo añicos. No supe si fue como un consuelo a mis dolores contra la censura, tras haber sido jefe de redacción de “El Observador”, el noticiero de aquella planta, que el propio director del posgrado en Comunicación de la UCAB de entonces, Marcelino Bisbal, se apiadó de mí y se ofreció como mi tutor para una tesis distinta. [Continúa leyendo…]
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