AUTOR: Carlos Roa
Para nadie es un secreto que el actual régimen venezolano, ya a punto de cumplir dos décadas aferrado al poder, se ha dedicado a hilar un complejísimo mecanismo de censura a la libertad de información.
A veces fino y sutil, a veces tan burdo y grotesco como el de las dictaduras más gorilas, lo cierto el que el llamado ‘Socialismo del siglo XXI” tiene una completa caja de herramientas a la cual recurrir para trancarle el paso a cualquier información que pretenda desmantelar el grosero aparato de poder que consume recursos de los venezolanos para mantenerlos sometidos.
Desde la compra de medios de comunicación, hasta asfixiar periódicos con el chantaje del papel. Desde la muy retorcida Ley Resorte hasta sanciones pecuniarias hechas a la medida. Desde el forjamiento de delitos mediante una justicia cómplice, hasta allanamientos, golpes y porrazos o decomiso de equipos, no se han privado en estos veinte años de hacer lo que sea necesario para someter a quienes pretenden cumplir con su labor de difundir información independiente a la ciudadanía.
La guinda de la torta fue el cierre de Radio Caracas Televisión, mediante retruécanos pseudo legales.
Sin embargo, el día que sirvió de ensayo para toda la batería de coacción a los medios fue el 11 de abril de 2002. En esa oportunidad, una enorme protesta contra el gobierno de Hugo Chávez tomó rumbo a Miraflores para exigirle su renuncia. Los participantes, al llegar a las cercanías del palacio de gobierno Caracas, se encontraron con disparos de los organismos de seguridad y de civiles armados. Hubo diecinueve muertos.
Durante el desarrollo de los hechos, aquel gobierno -del cual este es hijo confeso- se quitó la máscara e hizo cualquier cosa posible para embargar la información.
Al momento de empezar los disparos en el centro de la ciudad, se comenzó a emitir en forma simultánea una cadena de radio y televisión, la cual no tenía más objeto que impedir que las emisoras y televisoras informaran en directo sobre los hechos de sangre que se estaban desarrollando.
Las televisoras recurrieron a un interesante recurso para cumplir con su deber, a la par de no irrespetar la obligatoria transmisión de la inútil alocución presidencial: dividieron la pantalla en dos, para mostrar los sucesos mientras Chávez hablaba.
Foto: NTN24.
Sin embargo, minutos después tuvo lugar otra acción evidentemente planificado: la Guardia Nacional hizo acto de presencia en los transmisores de las televisoras privadas y ordenó apagarlos, dejando al país sin información mientras se desarrollaba el tiroteo en la capital venezolana.
El 13 de abril, dos días después de los hechos de sangre, sucede una icónica agresión a la sede de RCTV, en la cual reventaron a martillazos los vidrios de su fachada.
Valga otra interesante anécdota: el día 11, en el cual la manifestación que atravesó la ciudad de este a oeste se calculó en bastante más de medio millón de personas, no hubo helicópteros de medios informativos sobrevolándola para reseñarla.
¿La razón? Tres meses antes, el 23 de enero, sucedió la primera marcha de grandes proporciones, ante las garras y los colmillos autoritarios que ya comenzaban a mostrarse sin pudor alguno.
En aquella cita se reunieron unas cien mil personas y los helicópteros de Venevisión y CMT mostraron imágenes asombrosas de la multitud que caminaba por la Avenida Lecuna. De inmediato, la mano militar prohibió cualquier tipo de sobrevuelo a Caracas.
Por estos días apagamos la torta de cumpleaños -con 16 velitas- de la censura a los medios de comunicación venezolanos. Y lo hacemos con la convicción de que estamos en lo correcto, de que estamos haciendo nuestro trabajo. Y lo seguiremos haciendo.
FUENTE: http://www.expresionlibre.org.ve/articulos/el-principio-de-la-censura